Parto de la base de que todo ser humano tiene derecho a conocer su historia y sus raíces, escencial para la formación de la propia identidad y la integración de elementos "agradables" y "desagradables" de sí mismo en la conformacuón del autoconcepto. Por lo tanto, jamás he dudado que mis hijos, como parte de su proceso natural de crecimiento, deben saber en qué circunstancias nacieron y los sucesos que ocurrieron durante los años siguientes a su naciminento.
Sé que hay padres y madres que han decidido guardar las fotos y omitir información. No quiero juzgarlos, pues creo que lo hacen convencidos de estar haciendo lo mejor por sus niños. Sin embargo, yo no soy así, no podría quitarles a mis hijos el derecho de saber y manejar su propia historia.
Pero, para se honesta, es muy difícil hacer lo que me he propuesto... ¿Cómo le muestras a tu hijo que su nacimiento fue un momento tan doloroso como sublime? ¿Cómo le dices que lloraste de angustia, miedo y tristeza tanto o más que de alegría? ¿Cómo le explicas que él no se parecía a esas guaguas gorditas y deliciosas que se pasean por las calles con sus madres? ¿Cómo hacerles ver que los amas tanto, tanto, pero que alguna vez sentiste envidia de esas madres despreocupadas y quisiste un hijo sanito y gordito como los que se ven en los avisos de la tele? ¿Cómo explicarles que durante las noches los dejaste solos en una clínica, que los pinchazos diarios les dolían y que día a día temías que algo muy grave pasara con ellos? ¿Cómo les haces saber que muchas veces quisiste abrazarlos y sólo podías intoducir tu mano por un orificio para tocar una piel casi transparente? ¿Cómo les informas que tú, su querida mamá, ha debido hacer un doloroso proceso de duelo para llegar a donde nos encontramos hoy?
Son demasiadas preguntas, y, a decir verdad, tengo pocas respuestas aún.
Nuestro proceso ha sido paulatino y sé que mis hijos están aún muy lejos de llegar a enterarse de MI verdad, de la historia que quedó grabada en mi corazón. Sin embargo, puedo asegurarme a mí misma que no me he quedado atrás: estamos recorriendo el camino para llegar a estar preparados para conocer la historia del huracán que se gatilló luego de su nacimiento.
Hoy, que tienen sólo 8 años, la historia oficial (la que ellos manejan) es la siguiente:
Tres niños muy, pero muy amados y deseados por sus padres crecieron juntos en la guatita de su mamá. Sin embargo, como el cuerpo humano no está preparado para albergar a tres guaguas al mismo tiempo, los doctores debieron decidir sacarlos antes de tiempo. Ya no cabían dentro del útero, estaban demasiado grandes y era peligroso mantenerlos así. Eso significa nacer prematuros. Y la prematurez no consiste sólo en nacer chiquitito y tierno (como algún día mis niños creyeron), también implica que los órganos de la guagua no funcionan como debieran, por lo que es estrictamente necesario, no opcional, que los padres deban dejarlos algunos días en la clínica esperando que crezcan y que su cuerpo comience a funcionar normalmente.
Que dejarlos en la clínica no haya sido opcional es muy importante, porque hay que agregar que esto generó sufrimiento y ansiedad en los padres, quienes contaban los días para llevarlos a la casa. Por mientras, la madre iba todos los días a verlos, les llevaba pequeños juguetitos de colores que podía colgar cerca de sus cunas y les hacía cariño todo el tiempo que podía a través de un agujero de la incubadora. El padre iba todos los días después de trabajar, les hablaba con cariño y también los tocaba y acariciaba todo lo que podía.
Es cierto que estar en la Neo no es agradable. Les hacían muchos exámenes y a veces los pinchaban, lo que les hacía doler. Es cierto también que cada día la despedida era dolorosa, porque no había camas para que los padres pudieran dormir junto a ellos. Sin embargo, era necesario, era lo mejor que estos papás podían hacer por sus hijos.
Más adelante, cuando llegaron a la casa y la alegría y el bullicio la inundó, fuimos descubriendo que la prematurez a veces deja algunas marcas en los niños, por lo que necesitaron ayuda de profesionales para aprender a comer, a caminar, a hablar, a dibujar... Esto tampoco era lo que hubiésemos deseado ni era siempre agradable para ellos, pero, nuevamente, era lo mejor que podíamos hacer por ellos, por el amor tremendo que les teníamos, y por ayudarlos en el proceso de llegar a ser niños felices que, como cualquier otro, se dedica sólo a vivir y jugar.
En conclusión, es verdad que hubo sufrimiento para los padres y los hijos, pero nada que no pudiéramos superar, nada que nos debilitara, nada que juntos no pudiéamos enfrentar. Hoy estamos los 5 juntos, lejos de la clínica, aunque en nuestros corazones hayan quedado marcas de aquellos días difíciles.
Hasta ahí llega la historia oficial, la que mis hijos conocen al día de hoy. A veces miran fotos, a veces preguntan, a veces visitamos la Neo y yo voy intentando introducir un poco más de verdad en la historia que les cuento.
Espero que en algunos años más, cuandos sus corazones sean capaces de recibirla, puedan conocer la historia completa, sin adornos ni frases que la suavicen. Pienso que es un derecho de mis hijos, y respetarlo es mi obligación.
¿Cómo lo han hecho uds.? ¿Qué partes de su propia historia han relatado a sus hijos? Sé que cada padre, cada madre, cada niño y cada historia es diferente, pero me gustaría saber cómo lo hacen los demás padres para hablar con sus hijos de un tema tan complejo como éste.