sábado, 31 de diciembre de 2011

Adiós 2011: Un Año de Dulce y Agraz.

Toca despedir este año con algo de nostalgia y también de alivio.

Nostalgia por mis trillizos de 8 años que no volverán. Porque fue el año en que nació éste, mi querido blog. Porque aprendimos, cambiamos, caminamos juntos y llegamos a muchas metas que para otras familias parececn obvias, pero que en ésta son hitos que se agradecen infinitamente. Nostalgia porque dejé un trabajo que amaba pero que demandaba demasido de mí y me obligaba a robarle tiempo y atención a mis hijos. Nostalgia porque siempre que se avanza se deja algo atrás.

Y alivio porque emocionalmente fue un año fuerte que con gusto dejo atrás. El 201l quedará grabado en nuestra memoria como el año en que el papá de mis hijos y yo nos separamos para dar paso a un nuevo tipo de familia. Nada fácil. Nada comprensible ni digerible para nuestros hijos. Un paso que probablemente traerá paz y cosas buenas a nuestras vidas pero que hasta hoy ha sido un motivo de tristeza e incomprensión por parte de mis hijos.

¿Qué deseo para el 2012? Vida, salud y estabilidad.

No se me olvida comenzar el nuevo año deseando vida porque sé lo frágil que es. Quiero que mis cachorros y yo sigamos viviendo y disfrutando de la salud que cada día se nos regala. Deseo también que el duelo de nuestra separación siga su curso hasta convertirse en una sensación de nueva estabilidad. Que en los corazones de mis hijos la huella de este cambio sea lo menos traumática posible y que a través de lo vivido aprendan que la vida es un continuo de transformaciones que no necesariamente deben hacernos tambalear tan fuerte como para caer. Deseo que la resiliencia y fortaleza de mis hijos reflorezca y se instale nuevamente en sus corazones para dar paso a la paz emocional.

También deseo, como siempre, que la sociedad en que están creciendo estos hijos míos se vuelva cada vez más inclusiva y amorosa, que existan cada vez más niños-abejorros que no sepan de límites, cada vez más padres confiados en lo que la vida les ha regalado a ellos y a sus hijos y menos miradas de lástima y segregación para las personas "diferentes".

Por último, espero que mi postítulo de Terapia de Parejas y Familia sólo me aporte riqueza en el saber y en el actuar. Que no entre el estrés a mi vida (sí, tengo miedo de eso, lo asumo) y que los hijos "grandes" que ya tengo me ayuden a hacer compatibles la maternidad, el trabajo y el estudio.

A todos quienes me leen en silencio y a quienes comentan y participan de este blog les deseo de todo corazón un

Excelente año 2012!!!!

Que sigamos luchando por una sociedad más justa, amorosa y acogedora, cada cual desde sus fortalezas y desde donde sabe hacerlo.

Hasta el próximo año!!!!



miércoles, 28 de diciembre de 2011

Nostalgia v/s Los Beneficios De Tener Hijos "Grandes"

Es cierto que, como ya dije una vez en un post dedicado al tema, soy una mujer sumamente nostálgica. Y el hecho que mis hijos crezcan todos a la vez no hace más que agravar la situación. Ya no tengo guaguas (bebés) y creo que tampoco niños chicos. Ver las fotos de hace unos años me hace sentir orgullo por los logros alcanzados pero también muchísima nostalgia por esos niños pequeñitos que no volverán aunque me empeñe en decirles una y otra vez que siempre serán mis güagüitas.

Sin embargo, debo reconocer que tener niños "grandes" tiene sus beneficios, y éstos no son pocos.

Primero están los más obvios: no tener que cambiar pañales, darles la comida en la boca, caminar por la calle sin miedo a que se suelten y desaparezcan, poder estar sentada frente al computador o viendo una película sin temor a que metan los deditos en un enchufe o se traguen algo peligroso. En fin, está todo lo relacionado con la autonomía de ellos que me hace más independiente y libre para hacer y estar.

Y también están los otros beneficios, los que no son tan evidentes pero tanto o más valiosos que los primeros. Está la sensación de estar acompañada y no siempre a "cargo de", la agradable experiencia de tener conversaciones interesantes en las que no sólo me dedico a explicar o enseñar, sino también a escuchar e intercambiar opiniones. Está la sensación de comenzar paulatinamente a convertirme en expectadora de las vidas de mis niños, pero no una expectadora que está excluída, sino una que entra y sale según ellos van necesitándome. Está la sensación de poder confiar poco a poco en ellos, en lo que han aprendido en estos 9 años y en lo que son capaces de hacer por ellos mismos.

Ya no debo controlarlo todo. Y, extrañamente (porque tiendo a ser muy controladora), esta nueva experiencia me agrada. Es el orgullo de haber educado a unos pollos que cada vez más se parecen a unos seres humanos autónomos, con opinión, con responsabilidad, con la capacidad de hacerse cargo de algunos aspectos de ellos mismos.

Hace tiempo ya que compramos los últimos audífonos de Cristóbal. Los primeros los recibió cerca de los 7 meses de edad. Evidentemente, su padre y yo se los poníamos, limpiábamos, cambiábamos sus pilas, etc. El segundo par lo compramos cuando tenía unos 3 años y fue más o menos lo mismo: él recibía nuestros cuidados y el de sus aparatos de manera completamente pasiva. El par de audífonos que mi hijo tiene hoy no sé encenderlos ni apagarlos, creo que no se los he puesto nunca, y las pilas las cambia él cuando los aparatos "avisan" a través de un sonido especial que ya queda poco tiempo para que se agote la batería.

Cristóbal se hace cargo, hasta donde puede, por supuesto, de su discapacidad. Él está pendiente de no mojar sus audífonos porque sabe cuánto los necesita y de guardarlos en un lugar alto porque hemos sabido un par de casos de perros que se comieron los audífonos de sus amos.

Es sólo un ejemplo. Lo mismo ocurre con muchísimos detalles más en la vida cotidiana de mi hijos. Y aunque no me guste haber perdido a mis guaguas, me encanta sentir que el trabajo realizado con ellos rinde frutos, que son cada vez más libres y que, de alguna manera, eso me da más libertad a mí también.

Y como nada es para siempre, no quiero olvidarme de sacarle provecho a ésta y a cada etapa de sus vidas. Dentro de nada me los voy a encontrar pidiéndome el auto o saliendo de vacaciones solos con un grupo de amigos. Cada etapa tiene su encanto, y estoy decidida a disfrutar cada una todo lo que pueda.







martes, 27 de diciembre de 2011

¡¡¡Felices 9 Años!!!: Lo Que Mis Hijos Me Han Enseñado


Ya son 9 años desde ese 27 de diciembre en que entré a pabellón sabiendo que al salir nunca volvería a ser la misma persona. Sentía tanto miedo, tanta emoción, tanta alegría y tristeza a la vez que parecía estar emocionalmente anestesiada. A veces se siente tanto que no se puede sentir nada. Entré como quien se apronta a hacer un trámite. Probablemente, si me hubiese permitido conectarme con tantas emociones me hubiese desbordado. Era una situación límite y ya había llorado muchísimo los meses previos al día del parto.

Mi hijo Pedro iba a morir. Ese era un hecho seguro, algo que los médicos daban por sentado. Cristóbal y Antonia estaban sanos pero tendrían que pasar duras pruebas en una unidad de neonatología antes de poder ir a su casa como guaguas "normales". Yo intuía que algo muy grande se venía. Sabía que nunca más el mundo volvería a ser el mismo al salir de esa sala de parto. Tenía sólo 26 años, muchísimo miedo y un deseo enorme de volver el tiempo atrás y embarazarme de un solo embrión sano. Hoy miro a la Natalia de esos días y siento unas ganas gigantescas de abrazarla y contener ese dolor que parecía incontenible, de poder decirle con seguridad que todo iba a estar bien y todo lo vivido y lo que vendría valdría la pena con creces.

Lo que no sabía era que mi Pedro viviría y que estos hijos míos me enseñarían muchísimo más de lo que pudieran aprender de mí.

No sabía que la vida da tantas, tantas vueltas, que nada es para siempre y que todo el dolor adquiriría sentido.





No sabía que mi Antonia, la niña más sonriente y dulce de todas vendría a enseñarnos que siempre hay un motivo para la alegría, para la ternura, para disfrutar la vida y mirar el mundo con ojos buenos. Ella venía al mundo a regalarnos la paz de una niña cuyos ojos sonríen aún cuando su boca no lo haga. Ella me enseñaría que el apuro, la necesidad de hacer todo bien y a tiempo, la exigencia y la rigidez pueden ser reemplazados por la sabiduría de quien actúa desde el amor, la ternura y la compasión. Ella saber AMAR y me muestra desde hace 9 años cómo se hace para perdonar a una madre que a veces pierde los estribos y grita más de la cuenta, a un hermano que interrumpe sus juegos, a un amigo que se equivocó o a un ser humano que, simplemente, no es perfecto. Sin mayores ambiciones, sin proyectar quién quiere ser o qué quiere tener, va por la vida regalando sonrisas amorosas y queriendo a las personas porque sí, porque entiende que todos somos dignos de ser amados.




Tampoco pude adivinar que Pedro iría por la vida absorviendo el mundo como si se fuera a acabar. Siempre quiere hablar, aprender, preguntar, sentir profunda alegría, tristeza, enojo, entusiasmo y gozo. Él no olvida nunca que cada día le fue regalado y me muestra que no hay tiempo que perder, que estamos en el mundo porque es maravilloso algunas veces y doloroso otras, y por eso vale la pena experimentarlo. Él deja entrar sin miedo cada experiencia y la vive con una intensidad que sorprende. Pedro me hace sufrir, me hace reír, me hace rabiar y pensar. Él no está dispuesto a sacrificar su capacidad de asombro para que los días se vuelvan todos iguales. Quiere saber, quiere tragar el mundo, y me recuerda a cada momento desde hace 9 años que si estamos vivos es para sentir que lo estamos y para hacer estremecer a quienes nos conocen. Pedro no deja de reflexionar, Pedro me enseña que si dejamos de vibrar todo pierde sentido.




El día que lo vi por primera vez, yo no sabía que Cristóbal se empeñaría en mostrarme que no importa el tamaño del cuerpo: los grandes corazones pueden habitar en el cuerpo del niño más pequeño. Él le ganó a la adversidad con el convencimiento de un gran sabio. Él se levanta todos los días para ser y hacer lo que se propone porque no hay límites ni motivos para quejarse: su enterza y su valentía lo llevan tan lejos como se propone. Cristóbal me enseña que no existe más techo que el que está en nuestros corazones y cabezas. Y como en los suyos no hay ninguno, simplemente lo supera todo, lo logra todo, lo disfruta todo, lo vive todo. Cristóbal no tiene miedo. Él nació sabiendo que es capaz y que la vida es demasiado corta para gastarla dudando acerca de nosotros mismos. De él aprendí que la valentía es algo que se trae en el alma, y que puede ser infinita, sin importar lo que otros crean o teman. Él no claudica, él tiene fe.


Estos hijos míos, tan difrentes entres sí, han venido hace 9 años a cambiar mi mundo. Han llegado a dejar huellas imborrables de las que no son conscientes. Se han instalado en mi casa y en mi vida para enseñarme tanto que no sé si hay palabras para explicar cómo es que me transformé ese 27 de diciembre de 2002 a las 15:00 hrs. al salir de ese pabellón.

¡¡¡Feliz cumpleaños hijos míos!!! Ustedes son los mejores hijos que la vida podía haberme regalado...

Que sean muchos años más, al menos 100, como diría Pedro ;-)

martes, 20 de diciembre de 2011

Nuestros Niños-Abejorros


Ha sido establecido científicamente,
que el abejorro no puede volar.
Su cabeza es demasiado grande y
sus alas demasiado pequeñas
para sostener su cuerpo.
Según las leyes aerodinámicas,
sencillamente no puede volar.
Pero nadie se lo ha dicho al abejorro.
ASI ES QUE VUELA”


Conocí esta teoría, la del abejorro, gracias a una lectora, Sandra, quien la citó en un comentario que hizo a uno de mis posts. Y no es que me haya gustado, sino que ha quedado grabada en mi cabeza y en mi corazón a fuego. Es un precioso ejemplo de cómo los límites son impuestos desde afuera, cómo el desarrollo de un ser vivo depende del impetú que lo lleva a dar lo mejor de sí y a entregar todo para lograr lo posible (y también lo "imposible").

La semana pasada mis hijos tuvieron su acto de fin de año en el colegio. Bailaron una coreografía (tengo que reconcer que las niñas con algo más de gracia que los niños), cantaron con gran emoción el himno de su colegio y luego vino la premiación.

No soy de esas madres que esperan de sus hijos rendimientos sobresalientes, premios ni reconocimientos externos. Lo que quiero es que cada uno de mis niños sienta siempre que ha aprendido, que vale muchísimo por lo que es-hace-sabe-tiene y que son unos abejorros, seres sin limitaciones, diga lo que diga la ciencia, las personas, los médicos o la sociedad.

Bueno, y uno de mis abejorros, el que no logra escuchar bien por su hipoacusia bilateral severa, el que fue diagnosticado con daño neurológico profundo, el que estuvo al borde de la muerte y parecía un "caso perdido" se ganó dos premios. No son los diplomas, las medallas ni las felicitaciones de quienes se me acercaron para halabar a mi hijo lo que me enorgullece. Es verlo ser "tan abejorro" para sus cosas. Es ver que le gana a todo pronóstico día a día simplemente porque nadie le ha dicho jamás "No eres capaz".

Estoy orgullosa de ti, mi Cristóbal. Amo la forma que tienes de sorprendernos cada día con tus logros de niño-abejorro.

Estoy orgullosa de ustedes, mi Pedro y mi Antonia, porque con o sin premios, le ganan a los malos pronósticos cada día y viven sabiendo que llegarán tan lejos como se lo propopongan.

Estoy profundamente satisfecha de lo logrado hasta hoy. Tengo los mejores hijos que podría haber imaginado.





Cristóbal recibiendo de las manos de la Directora el premio que a mí me parece más importante: el del espíritu del Colegio. Díganme si no es un abejorro precioso...


lunes, 12 de diciembre de 2011

La Importancia de la Reciprocidad en el Vínculo

Cuando se habla de apego siempre se habla de un vínculo. Es algo que ocurre entre dos, algo recíproco. El bebé busca a la madre y ella está disponible para que su hijo encuentre en ella lo que el hijo requiere y así poder satisfacer sus necesidades.

Sin embargo, a pesar que se entiende que hay dos seres activos en esta relación, casi siempre aparece la mamá como la que entrega y el hijo el que recibe invariablemente. Y claro, el niño es frágil, necesita protección, contención, alimentos y cuidados básicos. Sin embargo, a veces nos olvidamos de lo importante que es aprender a recibir lo que nuestros niños quieren entregarnos.

Muchas veces estamos tan ocupados de cuidar que pasamos por alto pequeños gestos de retribución, de "protección" o de entrega que nuestros hijos tienen para con nosotros. Quién no ha vivido la preciosa experiencia de ver llegar a su hijito con una pequeñísima flor que ha cortado por ahí y que es "para la mamá", quién no ha recibido un dibujito, una caricia, una sonrisa, un ruidito como un pequeño-gran regalo que nuestro niño nos hace.

Algunas madres reciben estos regalos con algo de indiferencia. Se empeñan en creer que el vínculo seguro consiste exclusivamente en hacer sentir protegido al hijo. Y olvidan que parte de amarlo es hacerle sentir que él también es capaz de entregar y que lo que regala vale muchísimo simplemente porque proviene de su amor y de su esfuerzo.

Personalmente me gusta que mi madre reciba con alegría los regalos que le hago. No me haría sentir bien que dijera, como otras mamás lo hacen, que no era necesario, que para qué gasté mi dinero en ella, que ella no necesita nada mío. No. Amar es saber recibir tambien, y aunque parezca extraño, a veces es mucho más difícil recibir que entregar amor a nuestros retoños.

Toda esta reflexión viene a causa del día tormentoso que tuvimos ayer. Finalmente, logré apaciguar un poco los ánimos cuando encontré unas telas y unos óleos y puse a mis hijos a pintar "cuadros" para regalar en Navidad. Luego busqué papel de regalo, cintas, tijeras y todo lo necesario para que ellos mismos envolvieran los regalos que ya habían puesto a secar al sol.

Ver las caritas de tres niños pequeños planeando a quién dedicarán una pintura, cómo la envolverán e imaginando la expresión de sorpresa del destinatario es una experiencia conmovedora. Ellos no necesitan recibir y recibir regalos y llenar la casa de juguetes el día más mágico del año. Requieren sentir que participan de una dinámica en la que todos nos hacemos un poco más felices los unos a los otros y nos entregamos regalos mutuamente porque dentro del papel viene envuelto un puñado de amor.

Me gusta ser consciente de esto. Me gusta saber que uno de los regalo que recibirán mis niños este año será verme colgar orgullosa los cuadros que pintaron con sus propias manos en alguna de las paredes de mi pieza. En eso consiste un vínculo sano. Quiero que sepan que lo que ellos hacen por los demás tiene un valor incalculable.



domingo, 11 de diciembre de 2011

¡Auxilio! ¡Encerrados Por Enfermedad!

La lógica dice que a medida que los hijos crecen se vuelven seres más civilizados, más autónomos y menos demandantes. También se supone que las madres logramos desarrollar la escucha selectiva, es decir, adquirimos la capacidad para poner atención a lo importante que nuestros hijos nos dicen y no a los gritos relacionados con un juego, a los diálogos triviales que establecen entre ellos y a los movimientos tipo "salto desde la cama al suelo y doy una voltereta porque sí".

Lamentablemente, debo reconocer que en esta casa no ocurre lo "esperable". Hoy domingo mi hijo Pedro está con vómitos y diarrea, lo que implica que hayamos debido abortar misión en relación a cualquier panorama como ir al cine o reunirnos con amigos.

Y tengo que reconcer que se me hace duro. Hace muchísimo calor, es temprano (quedan varias horas para que este aburrido día termine) y el aburrimiento vuelve a mis hijos inquietos, demandantes, ruidosos y quejumbrosos.

Es altamente probable que el estado en que nos encontramos hoy sea muy, muy lejano a lo que ocurría cuando tenían 1 ó 2 años y teníamos que permanecer encerrados a la fuerza. Probablemente olvidé que esos tiempos eran muchísimo más duros pues realmente no había manera de entretenerlos si no estaba yo de cuerpo presente. Sin embargo, algo ocurre en mí cada vez que tenemos un día como éste.. Tal vez se me agolpan los recuerdos de épocas de tantos y tantos días encerrados por indicación del pediatra. Tal vez se me hace patente que la maternidad no es todo alegría y regocijo, también en ocasiones se siente como sacrificio y falta de libertad.

Sé que mi hijo no tiene nada grave y doy gracias a la vida por ello. Sé que este estado es pasajero y que muy pronto volveremos a pasear por la calle tan felices como siempre. No quiero parecer una persona que se queja demás y que no ve lo bueno de la vida. Pero me quiero dar permiso para hacer un pequeño descargo. Al final del día, no creo que existan las madres perfectas que jamás se sienten agobiadas en su rol. Y hablar de esto es sano, es bueno, es parte de ser humano.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Discapacidad y Lenguaje


Hace unos días en una reunión familiar estuve conversando acerca de la discapacidad y el lenguaje con algunos de mis cercanos. Son personas que me conocen profundamente y que aman a mi hijo Cristóbal. Son aquéllos que nos han acompañado en el proceso comenzado el día en que recibimos el diagnóstico de su hipoacusia hasta hoy.

No fue una de esas conversaciones en las que todos los participantes están de acuerdo, fue más bien una discusión acerca de lo que espera un padre o una madre de un niño con alguna discapacidad de la sociedad. En el grupo estaba yo y también un pariente cercano que tuvo un hijo con parálisis cerebral severa que murió hace ya más de 20 años.

Él y yo intentábamos explicar porqué las palabras que se utilizan para referirse a una persona que tiene alguna dsicapacidad son tan importantes, porqué no da igual llamar a un niño por su nombre que hablar de "estos niños", porqué no es lo mismo decir minusválido que persona con discapacidad motora, porqué nos empeñamos tanto en cambiar el modo cómo se habla de nuestros hijos.

Y mi madre, una de las personas que más aman a mi hijo después de su padre, sus hermanos y yo, dio una opinión que aun da vueltas en mi cabeza: dijo que los padres de niños con necesidades especiales solemos ser hipersensibles al trato, al modo de mirar, al modo de tratar o de referirse a nuestros hijos. Ella, que adora a Cristóbal y que ha aprendido mucho de él, cree que a veces exageramos al corregir a quienes hablan de un modo que nos parece inadecuado, cree que solemos ver malas intenciones donde no las hay, piensa que sería bueno aprender a pasar por alto ciertos comentarios bien intencionados que consideramos inadecuados.

No lo sé. Sigo creyendo que mi madre se equivoca en esto. Si no aprendemos a nombrar la realidad desde el respeto estaremos aportando a una sociedad que segrega y discrimina.Y es que creo firmemente que el lenguaje construye realidades. No es irrelevante el modo cómo te refieres a una persona, aún sabiendo que detrás de las palabras equivocadas se esconden la ignorancia, la intención de ayudar, de opinar, de acercarse.

Si ser hipersensible consiste en estar atentos y tener la intención de educar a los que queremos para que, a través de sus palabras nunca discriminen a ninguna persona con necesidades especiales, sí, soy hipersensible. Si se trata de desear que no existan "pobrecitos", "minusválidos" (menos-válidos), lisiados, discapacitados sin nombre ni personas metidas en el saco de "estas personas", sí, lo asumo, soy hipersensible.

Es lo que me tocó aprender. Es una de las infinitas cosas que mi hijo me enseñó: no da lo mismo cómo hablamos de la dicapacidad ni las palabras que usamos para referirnos a una persona con necesidades especiales. Es más, importa muchísimo lo que decimos y el modo como lo hacemos.

No se trata, en ningún caso, de hacer de la discapacidad un tema tabú. Muy por el contrario, se trata de no decir "poooobre" cuando vemos a un hombre que con dificultad se desplaza en su silla de ruedas. Se trata de poner siempre a la persona por delante de su discapacidad,.Se trata de no olvidar nunca que detrás de lo que llama la atención a simple vista siempre hay un ser humano lleno de proyectos, sueños, frustraciones y alegrías. Se trata de no olvidar nunca que todos somos iguales. Sólo que a algunos la vida les ha puesto más cuesta arriba el camino en algunos aspectos.

Lo siento, pero seguiré insistiendo en este asunto. Ya no hay modo de conseguir que esta madre quiera cambiar lo que desea para su hijo y para todos las las millones de personas en el mundo que a través del lenguaje reciben diariamente mensajes de lástima, mensajes que segregan, mensajes que sólo ayudan a agrandar la brecha entre los unos y los otros, entre los "normales" y los han aprendido a vivir e intentan (y muchísimas veces logran) ser felices con (y no a pesar de) su discapacidad.


lunes, 5 de diciembre de 2011

Tomar Lo Bueno De Cada Vida.

Estoy en una etapa particular de la vida: en proceso de "reinventarme" y acordarme de mí. Estoy contenta y entusiasmada porque estoy haciendo cosas concretas por la Natalia que fue dejada de lado, que no fue vista en sus necesidades y que quedó guardada en un cajón hasta nuevo aviso el día en que se convertió en una mamá sobrepasada y sobrexigida.

Ya hablé del postítulo que empezaré a cursar en Marzo del 2012. Es una gran paso hacia la satisfacción de mis necesidades personales. Pero también hay otros asuntos de los que me estoy ocupando y que contribuyen a sentir que me estoy retomando como ser humano-madre que no es madre y nada más.

Se trata de los pasatiempos, se trata de cosas tan sencillas como pisar una peluquería de vez en cuando, se trata de quedarme despierta una vez que mis hijos se han acosatdo devorando un libro como hace años no lo hacía. Pero principalmente se trata de los amigos.

Conozco personas que tienden a sentirse plenas y satisfechas en el contexto de sus familias y que prescinden de tener grandes y profundas amistades fuera de ellas. No me parece mal, es una manera de concebir las relaciones interpersonas y de ver la vida. Pero yo nunca he sido así. Los amigos han sido históricamente mi segunda familia, personas esenciales en mi vida. Y he tenido la suerte de contar con algunos realmente buenos, leales y entrañables.

Cuando se vive en estado de emergencia te dejas de alimentar sanamente, dejas de preocuparte de tu ropa, de tu apariencia física, de tu alimento intelectual y emocional. Y, entre otras cosas, debes dejar de lado por un tiempo a los amigos. No hubo alternativa: olvidarme del "yo" por un tiempo es lo que contribuyó a salvar las vidas y la salud de mis hijos y a concentrarme en sacarlos adelante.

Y retomarme no ha sido un proceso fácil. Pensé que sería cosa de proponérmelo y listo, pero no funcionó así. Hace ya un tiempo que mis hijos están preparados para que esta madre se ocupe más de sí misma... Sin embargo, recién durante los últimos meses siento que he podido hacerlo de verdad.

Me hacía tanta falta, y sé que a mis hijos también. Ningún niño del mundo merece llevar sobre sus espaldas la responsabilidad de tener una madre que vive sólo por él. Saber y sentir que la mamá tiene un mundo y una vida propia alivia, da libertad para fallar, le quita al hijo el peso enorme de las expectativas exacervadas de una mamá que sólo ve sus logros reflejados en él.

Estoy contenta y satisfecha: después de bastante tiempo sintiendo que ya era hora de hacerlo, al fin estoy logrando de verdad ocuparme de retomar amistades que tenía abandonadas, sueños que quedaron pendientes, deseos que habían quedado con el botón de pausa apretado por largo tiempo.

Y aunque creo que puede estar demás, debo decir que no tengo la intención ni existe la forma de abandonar mi rol de madre. Ya me hice madre, ya se metió esa identidad en mi esencia, y no tengo miedo de tener que abandonar un papel por retomar otros.

El comienzo de mi maternidad fue tan intenso en todos los sentidos que fue como el inicio de una nueva vida y el dejar atrás la anterior con todo lo que implicaba. Finalmente, después de mucho intentarlo y soñarlo, tengo la sensación de estar pudiendo tomar algo de cada una de mis "dos vidas" e integrar todos los aspectos en una sola. Y lo mejor de todo es que creo estar eligiendo lo mejor de cada una.

Por supuesto, sigo estando "restringida" en algunos aspectos por cumplir con dedicación y amor mi rol de mamá. Evidentemente, no se trata de volver a ser la joven desprendida que podía tomar una mochila e irse a viajar por el mundo despreocupadamente. Y no es eso lo que quiero ni lo que esperé. Es más bien poder conciliar el cuidado de mis hijos con el cuidado de mí misma y sentir que no debo elegir ni abandonar ninguno de los dos aspectos.

¿Que cómo llegué hasta aquí? No lo tengo demasiado claro. Sólo sé que no me quedé corta en esfuerzos por hacerlo, que fue frustrante no lograrlo de inmediato, y que agradezco profundamente a la vida la oportunidad de sentir que estoy empezando a lograr tomar lo bueno de cada una de mis dos vidas y hacer una más completa e integradora.

Sin duda estoy parada en la puerta de un futuro que se ve auspicioso. ¿Será esto la felicidad? A veces me parece que sí.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Hablemos De La Teletón.

Digamos las cosas como son: entre los que estamos familiarizados con el mundo de las personas con discapacidad, hay detractores y defensores de la Teletón. Unos y otros, con argumentos muy válidos, intentan defender posturas acerca del cómo, del porqué, del para qué de esta institución y la campaña nacional para lograr costear tratamientos para niños y adultos con dicapacidad motora.

Personalmente tengo mi opinión, por supuesto. A veces me parece que la forma de llegar a las personas es poco adecuada. En ocasiones siento que se apela mucho a la lástima, cuando nuestras personas con discapacidad lo que menos necesitan es que sientan lástima por ellas. Sin embargo, debo recnocer que este año he estado pendiente de la pulicidad hecha antes de la campaña, y he notado un cambio en el enfoque. Mi frase pulicitaria favorita de la Teletón 2011: "No conozco a ningún discapacitado, sólo a personas con distintas capacidades". Sin duda, es un gran avance en el modo de mirar la dicapacidad. Es el mensaje que quiero que mi hijo y todos las personas con necesidades especiales reciban de parte de nuestra sociedad.

Bueno, pero aparte de que me guste o no el modo como se enfrenta la campaña y se consiguen los ojetivos, debo agregar que en todo este asunto hay algo indiscutible: la Teletón ayuda a que las personas con alguna discapacidad se hagan visibles. Durante al menos 27 horas nadie queda ajeno a la existencia de realidades diferentes a las de las personas "normales". Durante un poco más de un día todo el país recuerda que existe mi hijo (a quien incluyo en el grupo de los que se hacen visibles, aunque su discapacidad no sea motora) y miles de personas con diferentes capacidades en este país.

Cualquiera que me leyera podría decir que 27 horas de ser visiles es nada comparadas con los 364 días que restan del año. Cualquiera podría argumentar que los chilenos nos caracterizamos por olvidar rápidamente y que mañana nuestros hijos volverán a ser invisibles. Se acuerdan de que existen sólo durante sólo 27 horas. Se acuerdan de cuánto valen sólo durante 27 horas. Es cierto. Pero al menos tenemos la posibilidad de mostrar con orgullo sus logros y con frustración las limitaciones que la sociedad les pone. Al menos el tema queda puesto sobre las mesas de millones de familias chilenas. Al menos hoy nadie olvidará que hay personas que luchan por ser incluidos, padres que se desloman por conseguir terapias, colegios, rampas, prótesis y respeto por sus hijos.

Personalmente, creo que la tarea de las personas que vivimos cotidianamente la discapacidad es alargar estas 27 horas de visivilidad a miles. Es mi compromiso personal con mi hijo y con todas las personas con necesidades especiales.

Más que dinero, creo que éste es un aporte sustancial y profundo: impedir que mañana todos se hayan olvidado de nuestras realidades, empujar a quienes nos conocen a educarse, a conocer el mundo de nuestros niños y a participar activamente para llegar algún día a lograr una verdadera inclusión social de todas y cada una de las personas "diferentes".

Ése es mi compromiso, e intento lograr cumplirlo a través de pequeños detalles cotidianos.

¿Cuál es el tuyo? ¿Qué vas a comprometerte tú a hacer durante los 364 días del año en que no tenemos campaña de la Teletón? ¿Cuál va a ser tu aporte personal para lograr una sociedad realmente inclusiva?