Soy Natalia, madre de trillizos de 9 años y Psicóloga clínica infanto -juvenil. Tengo la fortuna de tener tres maravillosos y muy especiales hijos que nacieron prematuros y pasaron por múltiples dificultades antes de llegar a ser los niños felices que son hoy. Tal vez un poco más tarde de lo que hubiese querido, comienzo este blog para compartir con otros padres la experiencia de la paternidad "especial"
jueves, 31 de marzo de 2011
¿Sólo Mamá?
Prematurez (parte I)

lunes, 28 de marzo de 2011
La Mamá
domingo, 27 de marzo de 2011
El Duelo (acerca de la paternidad especial)
viernes, 25 de marzo de 2011
Un Vínculo Mágico

En ocasiones, él estaba quejumbroso y molesto, y yo los ponía en mi cama uno junto al otro. Ella respiraba tranquila y sonreía, él se apoyaba en su hombro, cerraba los ojos y encontraba la calma. Ella tan generosa, él tan entregado a una relación que se venía gestando desde mucho antes de nacer.
Me conmueve que mis hijos se quieran así. Están unidos por una fuerza de la que nadie puede participar, porque sólo ellos saben lo que es haber compartido el útero.
Siempre pensé que un hermano es el mejor regalo que unos padres pueden darle a su hijo. Ahora lo sé a ciencia cierta: nunca estarán solos, siempre se tendrán el uno al otro.
jueves, 24 de marzo de 2011
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miércoles, 23 de marzo de 2011
Simplemente Estar (disponible)
El resultado: padres y madres que viven sintiéndose culpables porque no juegan con sus niños e intentan reparar el "daño" de maneras no siempre sanas o eficaces.
Querer jugar con tu hijo, poder y saber hacerlo es una experiencia maravillosa que te une a él y que crea una complicidad especial. Sin embargo, hacerlo apurado, de manera forzada o sin verdaderos deseos, puede ser una experiencia muy frustrante tanto para el padre/ madre como para el propio niño.
No olvidemos nunca la premisa: TODOS SOMOS DIFERENTES, y, por lo tanto, cada cual tiene su estilo propio para enfrentar la paternidad y para crear lazos cercanos e irrompibles con sus niños. Jugar a las muñecas o a los autitos no debiera ser jamás una condición para ser y sentirse un buen padre o una buena madre.
La clave es estar disponible para el niño, ya sea física o simbólicamente. Que tu hijo se sienta seguro acerca de poder contar contigo en caso de necesitarte (si se siente cansado, hambriento, triste, herido o simplemente, si necesita compartir alguna expriencia personal.) Es decir, lo importante es lo que eres para él, no lo que haces con él.
Durante los primeros años de vida de mis propios niños me sentí culpable por no tener suficiente tiempo para dedicarle a cada uno por separado, suficientes manos para acunar sus cuerpos, suficientes oídos para oír tantas preguntas y comentarios al unísono. Hasta que comprendí (mi madre me lo mostró) que cada uno de ellos acudía a mí en caso de necesitarme. No importaba si no estaba yo en condiciones de ponerme a jugar en el suelo como una niña más... lo importante es que ellos sabían que yo estaba ahí, disponible para ellos.
Esa sensación es la que genera la seguridad de que el mundo es bueno y puede contener cosas buenas para mí, como niño, y más adelante, como adulto. Esa experiencia de haber contado con padres disponibles es la tierra fértil para generar relaciones satisfactorias y sanas durante la adultez.
No se trata de jugar o no jugar, sólo se trata de estar.
martes, 22 de marzo de 2011
Más Vale Tarde que Nunca
lunes, 21 de marzo de 2011
Huellas
sábado, 19 de marzo de 2011
"Estos Niños" (acerca de la discriminación)
viernes, 18 de marzo de 2011
Vidas Múltiples

miércoles, 16 de marzo de 2011
Te Quiero Porque te Quiero (acerca de la discapacidad)

Recuerdo esos meses de angustia e incertidumbre. Recuerdo a la kinesióloga que venía tres veces a la semana a hacerle terapia y a estresarme haciéndome notar todo lo que mi hijo NO podía hacer, todo lo que fallaba en él, todo lo que yo, como madre, debía esperar y nunca llegaba.
En muchas ocasiones, me pillé a mí misma mirando a Pedro como un niño espástico que no lograba mantenerse sentado sin apoyo, no como la guagua risueña y maravillosa que era, no como el angelito que le ganó a la muerte, no como el chinito que alegraba nuestros días con sus "conversaciones".