Debo decir que nunca uno de mis posts había tenido una respuesta de este tipo. He tenido algunos que han generado mayor cantidad de visitas, pero nunca había recibido tantos y tan conmovedores comentarios y testimonios. Se trata de Duelos Congelados publicado hace algunos días.
Lo que más fuerte me llegó (principalmente a través de mensajes privados) es la culpa que esconden muchas madres debido a las necesidades especiales de sus hijos. Y cuando sientes una culpa enorme, consideras que no tienes derecho a nada, ni siquiera a sufrir. El mensaje interno es algo así como "Si yo generé esto, debo callarme y salir adelante. No puedo quejarme, llorar ni expresar al mundo mi dolor. Menos aun puedo hacerlo meses o años después de recibido el diagnostico o de pasado el evento que generó las necesidades especiales de mi hijo"
Son testimonios que me dejaron helada. Tanto dolor guardado, tantas madres que, como verdaderas ollas a presión, ocultan y acumulan sentimientos muy potentes en el afán por sacar adelante a sus niños. Tantas mujeres (todos los testimonios que leí son de mujeres) que creen que expresar su sufrimiento sería una pérdida de tiempo o, lo que es peor, una ridiculez, un acto de egoísmo, algo a lo que no se tienen derecho.
Si mi experiencia personal puede servirle a alguien, yo llegué a terapia psicológica pasado el año de vida de mis hijos con unos sentimientos de culpa y una tristeza enormes. Fueron meses y meses de hablar y llorar, hablar y llorar, sólo hablar y llorar. Hasta que, poco a poco, mi terapeuta logró que ocurriera en mí algo que sola no hubiese logrado jamás: poder mirarme en perspectiva y sentir amor por esa mujer que tanto había sufrido. Querer abrazar, contener y consolar a la Natalia que quiso ser una madre perfecta y llegó a pensar que era la peor del mundo por no poder proteger a sus niños del dolor.
La terapia fue una experiencia sanadora que me permitió comprender, entre otras cosas, que de culpa yo no tenía nada, que si había un grupo de personas siendo azotadas por el sufrimiento, yo era una de ellas, y que tenía el derecho y el deber de sacar todo lo que tenía guardado dentro para curarme y reconvertirme en una mujer feliz.
Juro que lo logré. Hoy no siento una pizca de culpa. Y si alguna vez llego a sentir tristeza por las circunstancias en que nacieron mis hijos y sus secuelas, es una pena circunscrita a algún evento específico... Una tristeza en paz conmigo misma y con el mundo.
Ya no siento rabia, ni sentimientos de injusticia, ni ganas de volver el tiempo atrás y empezar todo de cero. Tampoco tengo la sensación de haber sido castigada por la vida. Todo lo contrario: cuando digo que fui bendecida con la experiencia de la maternidad "especial" es algo que sale de mi corazón con toda honestidad.
Sin embargo, el camino para llegar hasta aquí incluyó un largo proceso de permitirme sacar afuera los sentimientos que muchas madres se empeñan en ocultar por miedo, vergüenza o por considerar que ya es demasiado tarde.
Un duelo se puede hacer en cualquier momento, no importa si han pasado años. Y alivia, sana, ayuda a reinventarse y a reescribir la propia historia. Y pedir ayuda (profesional) es, según mi opinión una condición para poder llegar a hacerlo.
Quisiera abrazar a todas y cada una de las madres que me escribieron y me confiaron sus dolores y sus culpas ocultas. Quisieras decirles mirándolas a los ojos lo que estoy escribiendo en este momento. Espero que, al menos, alguna de ellas, se anime a pedir ayuda y a comenzar el proceso de caminar hacia la sanación. Vale la pena, se puede volver a ser feliz, doy fe de eso.