lunes, 1 de agosto de 2011

Los Nuestros

Hace poco un tiempo escribí un post llamado Los Otros en el que hablaba de aquellas personas que no tuvieron cabida en nuestras vidas durante los primeros meses e incluso años de vida de mis hijos. Hoy hablaré de lo que pasó con los nuestros en los tiempos en que el "holocausto" llegó a tocar nuestra puerta.

Fue imposible no notarlo: los nuestros sufrieron lo indecible junto con nosotros. Fueron los que nos querían y nos quieren, los que se alegraron hasta las lágrimas con mi positivo en el test de embarazo, los que buscaron por mí un lugar para enterrar los restos de mi Pedro, a quien la medicina había desahuciado antes de nacer, los que se tendieron en mi cama a compartir mis horas de agonía, los que esperaron rezando y llorando afuera del pabellón el día del parto, los que se enfurecieron con el médico por su “error diagnóstico” respecto de mi Pedrito, los que quisieron ir corriendo a conocer las caritas de mis hijos el día que pudimos mostrarlos a través de un vidrio de la Neo, los que sintieron una puntada en el corazón al enterarse de la hipoacusia de Cristóbal, los que llamaron y escribieron a especialistas de todos los rincones del mundo en busca de una cura para su mal digestivo, los que regalaron horas y días de sus vidas a esta madre atribulada, los que rezaron, los que trasnocharon, los que lloraron y se conmovieron. Ellos también sufrieron, siempre lo supe.

Tampoco dejé de ver que al padre de mis niños le dolía. Vi su cara y su gesto cada vez que un nuevo obstáculo aparecía en nuestro camino que, creímos, sería siempre alegre y reconfortante. Vi como miraba a sus hijos con ternura, como intentaba calmarlos, como buscaba alternativas para paliar sus dificultades. Vi como guardaba un silencio doloroso que, seguro, aplastaba un padecimiento tan grande como el mío.

Pero no pude hacer nada con el sufrimiento de “los nuestros”. Se me contagiaba la angustia de mi madre, la preocupación de mi padre y no vi otra salida que encerrarme en mi propio dolor. Nuestra historia era de supervivencia, y cada uno hizo lo que pudo con los recursos emocionales con los que contaba. Los míos, mis recursos, no alcanzaban para ayudar a mis seres queridos a levantarse. A duras penas logré mantenerme en pie. Espero que “los nuestros” hayan podido ver que no pude hacer nada más que intentar sobrevivir y mantener vivos a mis hijos. Fui egoísta con los nuestros, lo sé, pero no pude hacer nada diferente.

La mayoría de "los nuestros" leen este blog, y saben que son parte del grupo selecto que estuvo cerca nuestro. Si no lo dije en el momento adecuado, hoy, cuando ya han pasado años, les agradezco enormemente el haber estado y habernos querido tanto. Sin ellos, la historia hubiese sido muy diferente.
  


Aquí estoy con algunos de los nuestros: mi hermana, mi mamá y mi hermano.

5 comentarios:

Carolina García Gómez dijo...

Creo que los "nuestros" lo entienden Natalia. A mí me pasó exactamente igual, tuve la fuerza suficiente para mantenerme a flote, para sobrevivir, pero me fue imposible ayudarle a los míos a llevar su propio dolor. Pero sé que lo entienden y sé que ahora ya han sanado muchas heridas. Un gran abazo.

briseida dijo...

Seguro que lo entendieron, por eso son los tuyos :)

M.Ignacia dijo...

Gracias a ti hija por tu estoisismo. Pienso que el silencio fue la manera que tuviste (tuvimos) para ahorrar energías y volcarnos en lo único que importaba: Los niños.
Lo bueno es poder ahora hablarlo y decirnos una y otra vez que en medio del caos y los avatares, nos "vimos" y supimos que los demás hacían lo suyo, a su particular manera.
Un abrazo graaaaaaaande

miriam tirado dijo...

Un post precioso. Enhorabuena por todo; por tener a unos "nuestros" que os quieren tanto. Por reconocer que hiciste lo que pudiste, y por dedicarles estan preciosas palabras. Qué gran regalo!

Natty dijo...

Hermoso post .. me encantó y de seguro ellos te entiendo totalmente y te agradecen este agradecimiento que haces tu =)

Tu Pedrito es igual a tu hermanoooo!!

Abrazos!!