Nuestra Antonia en el momento mismo en que estábamos preparándola para salir por primera vez en su vida de la clínica.
Quienes no han vivido la experiencia de tener hijos prematuros, deben imaginar perfectamente la alegría que se siente el día en que por fin dan de alta a tu hijo. Sin embargo, difícilmente sabrán el temor enorme de llevar a casa a una guagua delicadísima y frágil como ninguna guagua de término. Sí, se sienten un miedo y una responsabilidad casi tan grandes como la felicidad de, al fin, tener al menos a uno de tus hijos en la casa. ¿Y si te equivocas? ¿Y si se ahoga con la leche? ¿Y si no sabes cómo hacerlo y no están más las matronas y los doctores para preguntar?
Tus manos son tan torpes y lentas comparadas con las de los profesionales... tus actos aparecen tan inseguros... te demoras tanto tiempo en cambiar un pañal... tienes tanto miedo de dañar ese frágil cuerpo que viste nacer indefenso e inmaduro.
De nuestros tres hijos, la primera en ser dada de alta fue la Antonia. Era toda delicadeza y paz. Tenía unos ojos tremendos que parecían querer ver el mundo entero de una sola vez. Los movía suavecito, pestañeando con una cadencia que sólo ella sabía imprimirle a un movimiento tan básico y primitivo. El día que la llevamos a la casa, la pusimos entre sus sábanas y pudimos corroborar lo pequeña que era. Parecía perderse en la inmensidad de su cuna.
Memorable fue esa primera noche que nos quedamos solos con ella. Recuerdo que se quejó sin parar, y que no logramos adivinar jamás qué era lo que la tenía tan molesta. La alimentamos, la cambiamos de ropa, de pañal y de posición una y mil veces. Pero nunca logramos saber qué era lo que intentaba decirnos con su lenguaje sin palabras. Esa noche, su padre y yo tuvimos miedo del futuro: ¿Qué sería de nosotros con tres guaguas en la casa? ¿sabríamos qué hacer y cómo hacerlo? ¿Seríamos capaces de manejar una situación tan grande como la de tener a tres recién nacidos delicados bajo nuestro cuidado?
Sin duda, el temor y las dudas comandaron nuestros primeros pasos como padres múltiples. Y a veces no te atreves a hablar de eso simplemente porque se supone que más que asustado debes estar feliz. Uno más de los "detalles" que callamos en el momento crucial y acerca del cual sólo nos atrevemos a hablar cuando todo ya ha pasado.
Por eso me alegro tanto al ver Fundaciones y Organizaciones que se ocupan de reunir a personas que puedan otorgarse apoyo mutuo respecto de experiencias similares. Ojalá hubiese existido en esos tiempos acceso a más información y contactos para hablar con alguien acerca de nuestros temores y dudas. Ojalá alguien acuda hoy a nosotros para tenederle una mano. Ojalá todos nos atreviérmaos a decir las cosas a tiempo y pedir ayuda en el momento preciso en que la necesitamos.