Los niños son niños. A veces me sorprendo de las frases inteligentes que digo ;-)
Pero es que frecuentemente se nos olvida que ser niño implica ser concreto, egocéntrico y demandante, y que siendo un ser humano de los chicos es muy difícil concebir un mundo sin uno. A mis hijos, al menos aún les es difícil imaginar cómo era la vida antes de que ellos vinieran al mundo.
Muchas madres dicen que no imaginan la vida sin sus hijos y que no saben cómo lo hacían para vivir sin ellos. Yo tampoco puedo prescindir de los míos, mi amor es tan grande que no puedo imaginar cómo podría salir adelante si alguno de ellos me faltara. Sin embargo, no olvido que antes de ellos también fui feliz, viví momentos inolvidables, aprendí mucho y disfruté la vida. No creo que sea malo reconocerlo. Son formas diferentes de ser feliz, y ninguna de las dos anula a la otra.
Antes de mis hijos mi vida tenía menos sentido, pero más libertad, era más entretenida en relación a la vida social pero menos satisfactoria. Antes de ellos sabía menos del amor, pero tenía más tiempo para pensar en mis necesidades.
No quiero que se entienda mal lo que quiero decir... Es que cada vez que escucho a una madre decir que antes de serlo su vida no valía nada me huele que ha olvidado que hay distintas maneras de trascender, que ser mamá no es la única. Creo que, en cierta medida, hemos idealizado la maternidad, y hablamos poco del sacrificio, las frustraciones, el cansancio y otras secuelas que a todas nos pesan.
Antes de mis hijos sí fui feliz, sólo que de una forma diferente a la de hoy. Mi vida no era tan importante para mí (hoy me tengo autoprohibido morir, por ejemplo. Antes de ellos no quería morir, pero no lo tenía prohibido). Sin embargo, hay aspectos del pasado que recuerdo con nostalgia, y esa es una verdad que no creo tener la obligación de ocultar.
Creo que muchas madres disfrazan sus sentimientos por temor a ser juzgadas. Eligen no decir que a veces se sienten sobrepasadas, que el desafío de ser mamá es enorme, a veces demasiado y que de pronto dan ganas de volver el tiempo atrás (aunque puestas a reflexionar, probablemente ninguna lo haría.)
Hablar de aquello con personas de confianza alivia, da la sensación de no estar sola, de no ser la única. Decirlo y ser acogida es gratificante y ayuda a seguir adelante con la gran y preciosa tarea que implica la maternidad. Quitarse la culpa de sentir que no todo es perfecto es un gran paso, y suelen ser los grupos de amigas o la consulta del terapeuta el lugar donde las mujeres pueden hablar con honestidad de estas verdades que socialmente son tan mal vistas.
Cuando te conviertes en madre no todo es perfecto, muchas veces te sientes abrumada, ignorante e insegura, muchas veces tienes la sensación de haber tomado una responsabilidad demasiado grande. Eso nos ocurre a todas, sólo que hay momentos y lugares en los que nos parece inadecuado expresarlo. Yo me pregunto porqué, si las demandas y responsabilidades grandes naturalmente pueden agobiar y pesar.
No tengo vergüenza de decir que AMO a mis hijos y no los cambiaría por nada, pero a veces siento nostalgia por los días de libertad, juventud y egocentrismo que perdí. Al fin y al cabo, soy sólo un ser humano.
Me pregunto si acaso será malo que mis hijos sepan que también fui feliz antes de ellos. Y rápidamente me respondo que no, que puede ser beneficioso para ellos saber que se les ama infinitamente, que daría lo que fuera por ellos, pero que el mundo no comienza ni termina en sus necesidades y demandas. Al fin y al cabo, una de las tareas de la maternidad es lograr que el egocentrismo disminuya hasta que el hijo llegue a comprender que sus padres tienen tantas necesidades, ilusiones y urgencias como ellos mismos.