domingo, 8 de abril de 2012

Esa Fragilidad Tuya Que Me Asusta

Hoy fue un día de guardar. Dos de mis hijos están enfermos, por lo que tuvimos que quedarnos todo el día en la casa sin nada más que hacer que compartir la cama grande, comer huevitos de Pascua y conversar.

Nos visitó mi madre. Con ella estuvimos hablando los niños y yo acerca de esos errores que cometemos las mamás con nuestros hijos. Esas frases sueltas que a veces tiramos al aire sin pensar bien en lo que estamos diciendo y que, sin proponérnoslo, pueden marcar o herir a nuestros hijos.

Recuerdo la sensación que tuve durante los primeros meses de vida de mis niños. Recuerdo esa fascinación mezclada con un temor inmenso frente a la fragilidad de esos cuerpos tan, pero tan pequeños. Tres, no uno, sino tres niños prematuros bajo mi techo y mi responsabilidad. El miedo a equivocarme, a que ocurriera con ellos algo alarmante y no darme cuenta, a pecar de negligencia por dejar pasar alguna señal... Recuerdo como un momento de iluminación el día en que me dí cuenta casi de casualidad que mi hija de 3 meses tenía unas décimas de fiebre... Estaba gravemente afectada por una septicemia que no tuvo otro síntoma más que esas décimas de temperatura. ¡Qué frágil eran esas vidas en mis manos!

Hoy ya no tengo esos temores acerca de sus cuerpos. Pero sí de sus almas. De pronto la vida se vuelve vertiginosamente acelerada entre el trabajo, los estudios propios, los de los hijos, la organización de la casa y tantas otras cosas. Y no siempre tengo la consciencia de que todo lo que digo y hago puede marcar a mi hijos.

Entre risas y espanto, recordábamos hoy algunas frases o actos desafortunados de mis madre durante mi infancia. Esas cosas que las mamás decimos sin pensar pero que los hijos toman en serio y no olvidan jamás. Y mis niños, quienes escuchaban atentos, recordaron también frases tiradas al vuelo por mí en momentos de cansancio, enojo, apuro o distracción.

Narraban sus vivencias como marcadoras. Recordaban lo que sintieron la vez que los amenacé con alguna estupidez porque ya no podía más de enojo. Guardaban en sus corazones algunos recuerdos amargos de momentos en los que perdí la paciencia y el criterio perdió frente a las ganas de mandar a todos y a todo muy lejos.

Me asusta.

Sé que todos, incluso las madres, nos equivocamos, podemos pedir perdón y enmendar lo que hicimos (o dejamos de hacer). Pero la consciencia de tener entre mis manos una parte importante de la salud mental de mis tres hijos me produce temor.

No soy perfecta. No puedo serlo. Estoy tan cansada y sobrepasada a veces que no puedo actuar con la mesura y sabiduría que quisiera.

Si sólo pudieran estos hijos míos entender eso sería todo un poco más fácil. Si no esperaran tanto de mí, si me bajasen del pedestal y comprendieran que soy un ser humano y nada más que un ser humano... (En teoría, claro que lo saben, se los he explicado mil veces, pero todavía actúan como si estuvieran frente a un ser todopoderoso que tiene solución a los problemas, que todo lo sabe y que nunca se cae.)

Supongo (y éste es mi consuelo) que cuando llegue el momento de evaluar la clase de madre que tuvieron durante sus primeros años comprenderán que el esfuerzo puesto en esta tarea no ha sido menor, que el deseo de hacerlo lo mejor posible ha sido gigante y que, al final del día, siempre sé que no fui la madre que idealicé antes de serlo, pero que dejé la vida en intentar acercarme a ello. Al menos eso es lo que siento yo por mi mamá.




6 comentarios:

Chitin dijo...

Q difícil es ser mamá!! por un lado todas queremos ser una súper-mamá q esté siempre ahí, siempre disponible, siempre de buen humor, sin cansancio, sin día malos y q siempre sepa lo q hay q hacer...pero la realidad es q somos imperfectas, humanas, nos cansamos, tenemos días malos y a veces mil dudas nos asaltan sobre si lo estamos haciendo bien.

Yo trato de buscar el equilibrio, no apurar mis límites y que lo pueda "pagar" mi peque. Papá y los abuelos también pueden hacer un montón de cosas, mamá no puede llegar a todo y hacer todo.

Creo que todo gira entorno como siempore a que nos exigimos demasiado.

Natalia dijo...

Hola Chitin. Es cierto, todo tiene qué ver con esa necesidad nuestra de hacer todo a la perfeccción.

También creo que tienes razón en que apoyarse en el padre y los abuelos ayuda muchísimo. Y nuestros hijos necesitan relacionarse con adultos significativos que no seamos nosotras, por lo que más que culpa debiéramos sentir satisfacción cuando esto ocurre.

Un abrazo!

Chitin dijo...

¡Da gusto charlar contigo en la distancia! creo q compartimos muchas opiniones y sentimientos.

Un abrazo para tí también!

Sara M. dijo...

Desde luego, no se puede llegar a todo, y todos nos sentimos culpables. Sin conseguir nada con ello, pero creo que es inevitable. Yo peco de impaciencia. Me paso los días rogándole a Dios y la Virgen que me ayuden a conseguir aunque sea un poquito...

Carol dijo...

Por supuesto que sabrán que su madre es estupenda y lo hizo lo mejor que pudo.
No somos perfectas. Una de las razones por las que no quería tener hijos era por miedo a no hacerlo bien. Pero merece la pena intentarlo, ser conscientes, y si nos equivocamos pedir perdón.
Un abrazo

trestrillistigres dijo...

Que gran verdad, a mi me pasa como ati. Muchas veces pierdo los nervios y me veo a mi misma soltando una frase que soltaba mi madre cuando yo era pequeña y que nunca en mi vida había utilizado hasta entonces, y esot me asusta de verdad. Porque no me gusta y porque me doy cuenta después de hacerlo y no antes. Así que me resulta algo muy dificil de corregir y cambiar. Aunque espero y tengo la esperanza de hacerlo y conseguirlo si Dios quiere (o por lo menos minimizarlo todo lo posible).