domingo, 29 de enero de 2012

Reivindicando Nuestro Derecho A Sufrir

Debo decir que nunca uno de mis posts había tenido una respuesta de este tipo. He tenido algunos que han generado mayor cantidad de visitas, pero nunca había recibido tantos y tan conmovedores comentarios y testimonios. Se trata de Duelos Congelados publicado hace algunos días.

Lo que más fuerte me llegó (principalmente a través de mensajes privados) es la culpa que esconden muchas madres debido a las necesidades especiales de sus hijos. Y cuando sientes una culpa enorme, consideras que no tienes derecho a nada, ni siquiera a sufrir. El mensaje interno es algo así como "Si yo generé esto, debo callarme y salir adelante. No puedo quejarme, llorar ni expresar al mundo mi dolor. Menos aun puedo hacerlo meses o años después de recibido el diagnostico o de pasado el evento que generó las necesidades especiales de mi hijo"

Son testimonios que me dejaron helada. Tanto dolor guardado, tantas madres que, como verdaderas ollas a presión, ocultan y acumulan sentimientos muy potentes en el afán por sacar adelante a sus niños. Tantas mujeres (todos los testimonios que leí son de mujeres) que creen que expresar su sufrimiento sería una pérdida de tiempo o, lo que es peor, una ridiculez, un acto de egoísmo, algo a lo que no se tienen derecho.

Si mi experiencia personal puede servirle a alguien, yo llegué a terapia psicológica pasado el año de vida de mis hijos con unos sentimientos de culpa y una tristeza enormes. Fueron meses y meses de hablar y llorar, hablar y llorar, sólo hablar y llorar. Hasta que, poco a poco, mi terapeuta logró que ocurriera en mí algo que sola no hubiese logrado jamás: poder mirarme en perspectiva y sentir amor por esa mujer que tanto había sufrido. Querer abrazar, contener y consolar a la Natalia que quiso ser una madre perfecta y llegó a pensar que era la peor del mundo por no poder proteger a sus niños del dolor.

La terapia fue una experiencia sanadora que me permitió comprender, entre otras cosas, que de culpa yo no tenía nada, que si había un grupo de personas siendo azotadas por el sufrimiento, yo era una de ellas, y que tenía el derecho y el deber de sacar todo lo que tenía guardado dentro para curarme y reconvertirme en una mujer feliz.

Juro que lo logré. Hoy no siento una pizca de culpa. Y si alguna vez llego a sentir tristeza por las circunstancias en que nacieron mis hijos y sus secuelas, es una pena circunscrita a algún evento específico... Una tristeza en paz conmigo misma y con el mundo.

Ya no siento rabia, ni sentimientos de injusticia, ni ganas de volver el tiempo atrás y empezar todo de cero. Tampoco tengo la sensación de haber sido castigada por la vida. Todo lo contrario: cuando digo que fui bendecida con la experiencia de la maternidad "especial" es algo que sale de mi corazón con toda honestidad.

Sin embargo, el camino para llegar hasta aquí incluyó un largo proceso de permitirme sacar afuera los sentimientos que muchas madres se empeñan en ocultar por miedo, vergüenza o por considerar que ya es  demasiado tarde.

Un duelo se puede hacer en cualquier momento, no importa si han pasado años. Y alivia, sana, ayuda a reinventarse y a reescribir la propia historia. Y pedir ayuda (profesional) es, según mi opinión una condición para poder llegar a hacerlo.

Quisiera abrazar a todas y cada una de las madres que me escribieron y me confiaron sus dolores y sus culpas ocultas. Quisieras decirles mirándolas a los ojos lo que estoy escribiendo en este momento. Espero que, al menos, alguna de ellas, se anime a pedir ayuda y a comenzar el proceso de caminar hacia la sanación. Vale la pena, se puede volver a ser feliz, doy fe de eso.




10 comentarios:

Carolina García Gómez dijo...

Mi próximo Post habla precisamente de eso, de cómo viví ese episodio en mi vida y fue igual que vos: llorando, tocando fondo, deprimiéndome, volviendo a llorar... Mi duelo duró dos años, dos años en los que creí que mi vida y felicidad habían terminado, me era imposible pensar que se pudiera ser feliz con las circunstacias de Martín. Pero, al igualq ue vos, hoy puedo asegurar que soy feliz, vivo tranquila y de culpas nada. No e sgratis llegar a este punto. No es fácil, pero vale la pena intentarlo. Abrazos y gracias por tus reflexiones, siempre es un gusto leerte.

Natalia dijo...

Hola Carolina. Al principio me llamaba la atención, ya no. Ya me acostumbré a que estemos en sintonía... Pensamos y sentimos muy parecido, a pesar de lo diferentes que son nuestras historias y lo lejos que vivimos.

Espero tu post!!!

Un abrazo grande!!!

Sandra dijo...

Natalia, como de costumbre has dado en el clavo, la culpa, el dolor y el derecho a no sentir dolor,a sufrir mucho y en soledad a sentirme mal por quejarme un poco, el recibir miradas y comentarios condescendientes...me cansé de sufir sola y en silencio, como decimos acá en México a morderme una (una teta claro) y a aguantar. Es un proceso y reconozco que estoy en vías de no vivir como una víctima y mártir y estoy en vías de sentirme liberada y de saber de cierto que las cosas son como son y que no había otra manera de que fueran y estoy haciendo las paces con todo esto. Gracias a la terapia me he re-descubierto y liberado, me falta todavía, pero leerte no sabes lo bien que me ha hecho sentir; un paso más cerca de la libertad.Gracias Natalia. Besos desde México.

Anónimo dijo...

Yo ya me he resignado a este dolor! A mi culpa por no haber podido ofrecerles a mis hijos la seguridad y estabilidad que se merecian.
Mi hija sigue, a pesar de los años enfadad conmigo, y una inmensa amargura inunda mi corazón cada vez que trato de hablar con ella inutilmente, porque sus reproches me llegan al alma.
No pude hacer otra cosa, las circunstancias me llevaron al punto que me encuentro, pero es tan duro aceptar la realidad!!

De chupetes y babas dijo...

Justo de esto hablé brevemente en mi último post: la necesidad de hacer los duelos, no barrer bajo la alfombra, porque si no, tarde o temprano, las cosas salen de nuevo y se te vuelven a plantear en la vida...

En mi caso, mucho, mucho trabajo interno y ahora la formación como colofón a este proceso que empecé meses atrás sin saber que lo empezaba, hoy, como tú, puedo decir que no cambio nada de lo que vivimos, que todo ha valido la pena...

Un abrazo

MisMellis dijo...

Creo que aveces como madres y como mujeres nos ponemos el listón excesivamente alto.
Queremos ser buenas madres, perfectas amas de casa y trabajadoras competentes.
Creemos que como las demás tienen a sus hijos sanos y fuertes los nuestros tienen que ser iguales y cuando se produce un contratiempo nos sentimos frustradas.
Frustradas porque es algo que se nos escapa de las manos, algo que no podemos controlar.
No se lo que es tener un hijo con discapacidad o con necesidades especiales, afortunadamente mis hijos están sanos y fuertes y aparentemente no tienen secuelas, pero se que durante mucho tiempo me he sentido culpable por cosas que yo no he podido en ningún momento controlar.
Quizás mi mayor dolor es no haber podido aportar esa carga genética a mis hijos, siempre pensé que lo tenía asumido y controlado y que no me importaba demasiado, hasta qeu un día tube que asumir ese dolor y exteriorizarlo. Una vez hecho me sentí como si me hubiera quitado una carga enorme de peso y agradecí tener a mis hijos...
Seguro que cada vez que miras a tus tres niños agradeces enormemente tenerlos en tu vida, cada uno con sus particularidades, con sus personalidades, eso es lo importante, lo demás pasó y creo que es loable saber pedir ayuda a tiempo... un abrazo

padresdetrillizas dijo...

Creo, como MisMellis, que a veces las madres nos ponemos el listón muy alto, y nos olvidamos a veces de pensar en nosotras, de sacar lo que tenemos dentro, porque aunque seamos madres, también tenemos ese derecho que dices de sufrir y contarlo, de compartirlo, y de superarlo. Porque sólo de esa forma nos damos cuenta de que lo hacemos lo mejor que podemos, unas veces nos equivocamos, y otras veces acertamos, lo que está claro es que lo hacemos con todo el amor del mundo. Y sobre todo, que nuestros niños nos duelen como parte de nosotras mismas que son, y cuando hay una enfermedad de por medio, estoy segura de que duele demasiado a veces... Has sido fuerte, y ayudas a otras a serlo, Gracias. Un abrazo enorme!!

Silvia dijo...

Qué importante es cumplir el duelo, las fases que lo componen y dejar fluir las cosas poco a poco. Si no lo hacemos el nudo en el estómago y en el alma se vuelve perenne y no nos ayuda en nuestro día a día para nada

Anónimo dijo...

Hola Natalia...Hoy te encuentro y...pones en mi boca palabras que he estado elaborando en los últimos dos años de mi vida...El hijo de mi duelo es Hong...¿estás realmente curada, feliz?...Yo lo estoy por rachas...afortunadamente salí del pozo infernal en el que me metí al poco de llegar mi hijo adoptado en China...pero...la herida subsiste, porque la discapacidad tb subsiste y es para siempre...Me alegro mucho de haber encontrado tu blog...Yo creé uno para ir sacando odio, rabia, desconsuelo y pena de mi corazón, para liberar mis sentimientos y descargar mis tristezas...
Yo paso por altibajos...¿tendré aceptada mi nueva vida?

Aquí suelo escribir mis sensaciones, experiencias y...esperanzas...a veces tb mis miedos y vergüenzas...porque yo tb me sentí una madre despreciable...
Luego está el dolor que siempre me acompaña y sale cuando menos me lo espero...un dolor intenso...que me hacer recordar otros tiempos felices...
No soy la única, lo sé...os conecto con una de las entradas que escribí en mi blog...la historia de dos madres que un día compartimos fantasmas...

http://hongmihijo.blogspot.com/2011/09/dos-madres.html

Mei

Mei dijo...

Pues el gusto de conocernos es mutuo...Mi hijo sordo, con implante coclear, está en una etapa de rehabilitación del habla que va muy lenta, aunque va...A mi hijo hemos que rehabilitar de tantas cosas...también de soledad, deprivación, maltrato, abandono...uff!!! Hemos tenido de devolverle la dignidad que un día le robaron en un lugar de China...
Un abrazo...muy fuerte...Por fin, un alma gemela...casi!!!