No todos los casos son iguales, lo sé muy bien y quiero que quede muy claro para todos quienes empiezan este recorrido de tener un(os) hijo(s) prematuro(s). Hay niños que se van a sus casas sin secuelas y que nunca vuelven al hospital. Pero, lamentablemente, ése no fue el nuestro.
Cuando llegó la "normalidad " a nuestras vidas, ésta no estuvo ni lejos de ser "normal".
Había secuelas, terapias varias, preocupaciones enormes, apneas, operaciones, reflujo gastroesofágico y alergias alimentarias múltiples. También había amenazas de enfermedades o condiciones que no fueron .Había dolor, miedo y trauma.
Nada se parecía a lo que las amigas relataban acerca de la maternidad. Nada se parecía a lo que los libros decían. Pasábamos casi todos los días algunas horas en la clínica, y algunas temporadas con algún niño hospitalizado nuevamente.
Y llegué a creer que la "normalidad" nunca llegaría. Llegué a sentir profunda envidia por esas madres despreocupadas que paseaban por las calles con su hijo gordito en un coche. Llegué a desesperanzarme y a deprimirme. Todo era un problema, todo era difícil. Seguíamos preocupados porque nuestros hijos no aumentaban de peso, porque había signos de que, en muchos aspectos, su salud había quedado profundamente resentida.
Sentía culpa y una enorme dificultad para mirar el futuro con esperanzas. Sentía esa horrible sensación del "para siempre" que te hace mirar con unos ojos que todo lo tiñen de negro.
En esos tiempos fue que me decidí a pedír ayuda profesional para mí. Sí, una Psicóloga también necesita acudir a otra Psicóloga a veces cuando la vida te pone a prueba tan fuertemente. Tal vez lo hice demasido tarde, pero fue una de las mejores decisiones que tomé en esos duros momentos.
Pasé una larga temporada sólo llorando y culpándome. Y luego vino el duelo, la sensación de poder reparar, y la esperada certeza de que la vida cambia y nada es para siempre.
Fue duro adentrarse en el dolor que provocó el "holocausto" en mi vida, Pero hoy, mirando hacia atrás, veo lo extremadamente necesario que fue haberme topado con una terapeuta como la que encontré. Sin ella, sin esas sesiones de curación, hoy no sería la madre que soy, y mis hijos no serían los niños felices que han llegado a ser.
Tengo la profunda certeza de que pedir ayuda a un profesional de la salud en el momento en que es necesario es un acto de valentía, y me alegro profundamente de haberlo hecho. La vida hubiese sido muy diferente sin el enorme apoyo emocional que recibí en esos momentos.
2 comentarios:
Imposible estar más de acuerdo en todo: en los horribles sentimientos que nos invaden cuando creemos que no hay futuro posible, en la culpabilidad, en querer ser esa madre desprevenida que pasea a su hijo en el coche y sin ninguna preocupación sobre su supervivencia...
Y más de acuerdo en que pedir la ayuda de una profesional marca la diferencia entre la posibilidad de tener de nuevo un futuro esperanzador o no tenerlo. A mí también me cambió la vida, esa ayuda oportuna me permitió hacer mi duelo de la mejor forma posible y sé que fue gracias a ese proceso que hoy puedo disfrutar a mis hijos y vivir tranquila.
Un abrazo muy fuerte Natalia.
Como siempre, totalmente de acuerdo en lo que escribes. Nosotros recibimos ayuda psicológica en el hospital y nos fue muy bien para aliviar nuestras preocupaciones y terrores. Después ha sido impagable en todos los sentidos el acompañamiento de la fisioterapeuta y la logopeda que siguen a mi hija y, en más de una ocasión, también a mí y mis neuras.
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