lunes, 25 de abril de 2011

Mis Limitaciones (acerca de la paternidad especial)

Cuando pasó el shock de saber que mi hijo tiene hipoacusia, es decir, tiene una discapacidad, comencé a pensar en el tema. (Durante el shock mis neuronas no funcionaban, lo que, luego supe, es completamente normal.) Y he tenido bastante tiempo para pensar en ello: unos 7 años aproximadamente.

Entre otras muchas cosas, me propuse ser muy abierta con él e ir siempre con la verdad. Se me ocurría que hablar con soltura del tema aliviaría sus dudas, su sensación de ser diferente y el dolor que aquello pudiera algún día provocar en él. Y así ha sido: en esta familia se habla de la hipoacusia de Cristóbal frecuentemente. A veces son detalles, cosas intrascendentes, otras veces son conversaciones profundas y dolorosas, pero el caso es que nunca está cerrada la puerta para hablar de ello.

Además, se me ocurrió que una de las formas de hacerlo sentir diferente pero a la vez igual a todos los seres humanos, sería hablar abiertamente acerca de mis propias limitaciones. En un principio parecía algo forzado, porque no se trataba de hablar de mis defectos (que, por cierto, no son pocos), sino de los aspectos en los que soy un ser diferente, aquéllos que hacen que deba esforzarme más para llegar a una meta.

Para que se entienda mejor daré un ejemplo muy concreto: así como mi hijo no puede oír sonidos bajo ciertos decibeles, yo no puedo ubicarme en las calles de mi propia ciudad (y menos aún en las de una ciudad ajena. Si no me creen, pregúntenle a mi marido cuántas veces entramos y salimos del hotel de San Pedro de Atacama la semana pasada sin que yo llegara a entender cómo habíamos llegado). Y no estoy exagerando, es tal mi limitación en este sentido que suelo entrar a una tienda de un centro comercial y salir de ella caminando hacia el mismo lado por el que venía. No entiendo los planos, no sé dónde se ubican más que 4 ó 5 comunas de Santiago y sólo tengo en mi cabeza el mapa mental de la ubicación de las casas de 7 u 8 personas muy íntimas. Y aún así, suelo perderme. Mi consigna es: "tengo tiempo, el auto tiene bencina, los seguros están puestos... ya llegaré a alguna calle que me parezca conocida". Y el asunto no termina aquí: el hecho que en mi cabeza falte el sentido de la ubicación, hace que me cueste también mucho entender otras cosas importantes, por ejemplo, los programa computacionales. Debo aprender de memoria un modo de llegar a algún punto que me interesa, y si algo cambia en el camino, me pierdo y debo acudir a alguien que tenga la capacidad de flexibilizar y llegar a la meta usando otros caminos.

Quise ser detallista para explicar que lo que me ocurre respecto de la ubicación espacial es una limitación, no es producto de la desidia (como algunos suelen creer) ni falta de concentración (en general, tengo una gran capacidad para concentrarme y atender a lo que me interesa). Así debe sentirse mi hijo a veces: tan perdido e incomprendido como yo me siento cuando alguien se ríe o no me cree cuando le digo que no sé llegar a algún lugar.

El caso es que he decidido, hace tiempo ya, mostrarle mis limitaciones con total naturalidad, e intentar, dentro de lo posible, rodearme de personas humildes y capaces de mostrar las propias. Sé que con esto no cumpliré el sueño de su vida (no necesitar audífonos para oír, es decir, dejar de tener esa limitación que le duele), pero al menos lo hago sentir más acompañado y menos extraño en un mundo en el que todos pretenden mostrar sólo sus logros y éxitos. En esta familia todos tenemos capacidades maravillosas y diferentes, pero también hay cosas que no podemos hacer como quisiéramos. Y aunque duela, es lo que nos hace ser humanos.

10 comentarios:

Diario de una cuarenta. dijo...

K bonito por dios, eres genial tu peke te va a adorar :D

mi campeona dijo...

Que lindo, que lindo Natalia!!!. De veras he estado ocupada y sin tiempo, no te he empezado a leer hasta hoy, pero que va, promete ser una asignatura diaria y obligatoria en mi agenda, supongo tienes mucho que aportarme por todo lo que compartimos. Gracias y me ha encantado el relato, y claro que todos somos distintos y con alguna discapacidad y también comprato lo de tratar con naturalidad la discapacidad concreta de nuestro hijo, supongo que eso se lo trasladamos a él y de paso al entorno que nos rodea..
Besos+

Jeza Bel dijo...

Que reflexión más bonita!!!...y que bien que tratéis la hipoacusia con tanta naturalidad, porque así tu hijo no se sentirá diferente, pero sí especial por tener una mami que se preocupa por él!!!...enhorabuena!!

Te leo!!!
http://vegamidulcedechocolate.blogspot.com

Bere dijo...

Yo creo que todos tenemos debilidades y limitaciones, o peor aun, miedos que no podemos superar, por ejemplo yo a la fecha me da terror manejar! Todos me dicen que es muy fácil, que tantas persona que manejan y bla bla... pero el hecho es que apenas me siento al volante y me dicen "prende el carro" uf, quisiera bajarme corriendo, y mira que ya han sido como 4 o 5 personas que me quieren enseñar (no al mismo tiempo, digamos que desde los 16 a los 29 años que tengo ahora). Al grado que he llegado a la conclusión que sólo en una escuela de manejo aprenderé, y eso porque ya pagando quizá me obligue a mí misma a aprender! jeje. En fin, lo importante es que las limitaciones no son absolutas, podemos lograr tantas cosas, como tu propio hijo se ha mostrado a sí mismo (recuerdo que escribiste sobre su clase de inglés). También una de mis vecinas tiene que usar un aparato para escuchar, pero es una muchacha muy trabajadora, y le ha ido bien, en su trabajo es encargada de un establecimiento de comida, tiene su novio (que se ve van en serio) y es buena hija.

Saludos!

Adriana dijo...

(hoy mi teclado no tiene acentos, disculpen)

Tienes mucha razon. Yo empece a amar verdadera y profundamente a mis padres cuando me di cuenta lo humanos e imperfectos que son, los senti mas cercanos y parecidos a mi. Y asi quiero mostrarme ante mi hijo.

Felicidades por el blog, me ha encantado :)

Natalia dijo...

Hola a todas!!! Es un gusto volver a escribir y leer sus comentarios.

Kenia: te estaba esperando, bienvenida :))))

Un abrazo para todas.

Nalleli dijo...

Hola, me encanto tu entrada, una manera sencilla y practica de ver que todos tenemos limitaciones, que somos diferentes y a la vez iguales, gracias por compartirlo con nosotras.

Carolina García Gómez dijo...

Gracias por compartir estos pequeños detalles que nos dan pistas maravillosas para aplicar en el día a día con nuestros hijos.

Y te acompaño en tu limitación, no es asunto de solidaridad únicamente, comparto tu misma limitación: soy incapaz de hacerme un mapa mental de algo, llego a los lugares porque me aprendo las rutas y nunca sé señalar el norte.

Nací y viví en Cali 22 años y nunca pude ubicarme en el Centro Comercial más importante de la ciudad. No me gradué de Scuba 2 estrellas porque fui incapaz de pasar la "asignatura" llamada "Orientación", es decir, que salía a la superficie por una indicación básica de mi instructor que me dijo "Bota burbujas y sabrás dónde está la superficie"

En fin, que importante que todos entendamos que tenemos limitaciones que afectan enormemente nuestro desarrollo, pero que nos hace precisamente seres humanos maravillosos. No se necesita un diagnóstico de base como el de mi hijo para tener una gran limitación y, sin embargo, eso no nos define como personas ni debería afectar nuestra pertenencia a una sociedad.

Natalia dijo...

Hola Carolina! Me alegra encontrar a alguien como yo, así como a mi hijo le alegra que en su colegio haya 2 o 3 niños más que usan audífonos. Es bueno sentirse acompañado y comprendido en la vida.
Cariños!!!!

Susana Norambuena Aravena. dijo...

Mi niño, de 6 meses cuando era más chiquito no respondía a estimulos sonoros y tuve que hacerle exámenes para ver que no tuviera hipoacusia. Los exámenes salieron bien, pero creo que aprendí algo que me tendré que recordar a medida que mi hijo vaya creciendo: las madres pensamos a veces que nuestros niños son perfectos y no poh!, no lo son, son de lo más reales que hay, igual que una. Te felicito: Hermoso dar el paso a querer a un ser humano, ya no desde las propias fantasías a cerca del otro y de una, sino desde su más plena imperfecta humanidad. Que te vaya muy bien en eso, que no es poco