Leyendo el último post de Abertina en su blog De Chupetes y Babas acerca de cómo las personas suelen invadir los espacios de los niños y sus padres, vinieron a mi cabeza múltiples recuerdos de cuando mis hijos era más chicos y no podían expresarse adecuadamente a través del lenguaje. Mi sensación siempre era la misma: mi voz era la voz de tres niños pequeños que no podían defenderse de personas poco criteriosas que, en ocasiones, los trataban como juguetes o como pequeñas mascotitas sin considerar para nada que nacieron siendo seres humanos con todo lo que eso implica.
Recuerdo muchas escenas de personas que, curiosas frente al fenómeno de ver trillizos, se acercaban a tocarlos sin preguntar. También algunas que, creyendo que todos los niños son iguales, intentaban a obligarlos a disfrutar de experiencias para las cuales ellos no estaban perparados. En general, todo estaba relacionado con tocar sus cabezas bruscamente en un lugar público, apretar sus cachetes, enfrentarlos a adultos difrazados, a juegos bruscos o cosas que los asustaban.
Pero recuerdo especialmente una oportunidad en que mi hijo Pedro (el más sensible mis tres niños) vino llorando a mí para decirme que no quería que un pariente lo levantara en brazos ni, menos aún, le hiciera cosquillas. Debe haber tenido apenas unos dos años de edad, pero afortunadamente este hijo mío fue muy precoz en el aprendizaje del lenguaje verbal. Sin embargo, las herramientas sociales con las que contaba en ese momento y la angustia profunda que la situación le provocaba, le impedía ser asertivo y decir él mismo "No me tomes ni me hagas cosquillas porque no me gusta". Simplemente se ponía a llorar desconsolado, frente a lo cual, el pariente en cuestión seguía utilizando la misma técnica, probablemente pensando que con eso mi hijo se iba a acostumbrar, se iba a convertir en un niño "normal" que difrutaba de los zangoloteos de los adultos, o qué se yo.
Lo consolé, tomé su manito, y le dije que iríamos juntos a hablar con aquella persona para explicarle lo que él sentía y pedirle que no volviera a jugar de esa manera con él. Por supuesto, la que habló fui yo, pero quise hacerlo frente a Pedro para que viera que sí se puede expresar de buena manera lo que no nos gusta, y que tenemos derecho a hacerlo. Mi niño se tranquilizó, y a su manera, me agradeció haber sido su voz.
Días más tarde me enteré que el pariente aquél estaba enojado conmigo y que había hecho algunos comentarios acerca de la forma como yo educaba a mis hijos. Me enfurecí, me pareció una verdadera impertinencia y falta de respeto. En primer lugar, siempre he considerado que a un niño, por pequeño que sea, se le debe respeto, y en segundo lugar, me sentía orgullosa de haber actuado como modelo para Pedro. Mi intención nunca fue sobreprotegerlo, sino mostrarle cómo se hace para conseguir que otros consideren nuestra forma de ser y sentir de forma delicada y empática.
Muchas veces me ocurre ver que niños muy pequeños que no pueden expresarse adecuadamente son expuestos a situaciones molestas para ellos. Y yo me pregunto: ¿Qué pasa con esa madre que no logra ver lo que está sucediendo y no le muestra el modo de hacerse respetar?
Soy una convencida de que los papás debemos ser la voz de nuestros hijos. Por supuesto, es esperable que ellos vayan, paulatinamente aprendiendo a valérselas solos, pero no podemos esperar que nazcan con esa habilidad. Incluso hay adultos que se dejan pasar a llevar porque no saben cómo hacer valer sus derechos a ser respetados en la individualidad y diversidad. No quiero eso para mis niños. Quiero que siempre se sientan con derecho a ser considerados personas únicas y diferentes, y que acudan a mí si se sienten incapaces de enfrentar situaciones complejas para las que aún no están preparados.
3 comentarios:
Me ha encantado el post y la manera como le enseñaste a Pedro a manejar la situación. Es una pena que, como dices, todavía haya quien cree que los niños son mascotas que deben divertir a los adultos...
Gracias por enlazarme!!
Sin intención de sonar religiosa: "AMEN!!!"
En lo personal, como adulta esa incapacidad me ha metido en líos que para qué te cuento! Estupendo el tip sobre cómo manejarlo en los niños, es importantísimo! Yo también pienso que el respeto se regala, sin importar qué edad se tenga. Una cosa es tener autoridad sobre alguien pues tienes responsabilidad por él, y otra es que, como él es más chiquito, ya podrás hacer lo que quieras sin importar su opinión... En lo personal, desgraciadamente crecí de ese modo, y NO quiero que mis hijos piensen que sus derechos están por debajo de los demás.
Efectivamente,los niños pequeños requieren que seamos sus portavoces...
Preciosa la publicación, soy una mamá de 20 años y me encanta leer estas cosas que me ayudan mucho. Gracias.
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