jueves, 6 de octubre de 2011

Mi Decálogo Como Terapeuta - Aprendiz



Estudiando la carrera de psicología aprendí mucho, principalmente durante los dos últimos años, en los que se me enseñó la práctica de la psicología clínica infantil.

Sin embargo, mi experiencia como terapeuta de niños, adolescentes y sus familias es la que me ha aportado los mayores conocimientos. 

Aquí les dejo una lista con cosas esenciales que mis pacientes me han enseñado:

- Un niño no puede confiar en un adulto si ha tenido reiteradas experiencias de ser engañado, abandonado, no visto o no escuchado por sus cuidadores. Para que este niño herido llegue a confiar en la incondicionalidad y seguridad del vínculo terapéutico, se requiere tiempo, consistencia y mucha paciencia. 

- Los padres siempre, o casi siempre, han hecho lo mejor que han podido en la crianza de sus hijos. Muchas veces se han equivocado, pero no podemos juzgarlos por eso. Son sus herramientas y recursos personales los que les han permitido ser los padres que han sido. Quitar los sentimientos de culpa de en medio es la primera etapa para poder trabajar con cuidadores confiados en su capacidad para cambiar.

- El lenguaje muchas veces es engañoso en el trabajo con niños. Ellos han aprendido a decir lo que saben que los adultos quieren escuchar. El juego es el mejor modo de llegar a sus corazones y a ayudarlos a resolver conflictos. A través del juego y el dibujo podemos conocer mucho más de ellos que preguntando e instigándolos a responder.

- Muchos niños tienen su propio motivo de consulta, que no siempre coincide con el de sus cuidadores. Los padres pueden consultar por problemas conductuales, por ejemplo, y después de un tiempo el terapeuta logra comprender que el niño se comporta así porque se siente abandonado o ignorado. Ambos motivos de consulta son igualmente relevantes y deben ser atendidos durante la terapia.

- A los padres muchas veces nos es muy difícil escuchar que nuestro hijo está sufriendo. Sentimos que estamos siendo cuestionados en nuestro rol y que el síntoma del niño es un fracaso nuestro. Con ellos también se requiere paciencia, constancia y comprensión. Necesitamos que comprendan que no viene a ser enjuiciados, sino a ser ayudados, algo no muy común en la sociedad en que vivimos.

- La reparación existe. Un niño que ha sido dañado no necesariamente va a llevar marcas que dificulten su vida para siempre. Pero para lograr reparar se requiere no sólo de un terapeuta y un niño, sino también de un entorno capaz de modificarse y llevar a cabo tareas relacionadas con la sanación.

- No existen los padres perfectos. Muchos intentan aparentar que lo son en los primeros minutos del primer encuentro con el terapeuta. Sin embargo, un terapeuta comprensivo y deprejuiciado logrará que los cuidadores expresen sus frustraciones y dificultades en una tarea tan grande y difícil como es la crianza de los hijos.

- No hay curación si el terapeuta ve al niño como un ente aislado de su entorno. Creer que trabajar con menores excluye a sus seres más significativos es un error que lleva invariablemente al fracaso de la terapia.

 - Muchos niños tienen más consciencia de lo que les está ocurriendo de lo que aparentan. A veces no quieren hablar de ello o no saben cómo hacerlo, pero eso no significa que no sepan qué sienten y qué provoca el malestar que están sintiendo.

-  Ser terapeuta es un trabajo de joyería. Todo detalle, todo gesto, todo silencio y toda palabra tiene un sentido en terapia. Nada ocurre porque sí. Y saber darles un significado a los detalles que conforman el todo es lo que hace la diferencia entre un buen y un mal terapeuta.

Ser terapeuta es un trabajo que amo. Muchas veces resulta gratificante y muy enriquecedor. Otras veces hay frustraciones y sensación de estancamiento. Pero al final del día, tiene tanto sentido haber dedicado mi tiempo a intentar hacer más feliz a un niño y su familia, que siempre vale la pena cualquier esfuerzo puesto en ello.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Guau! Natalia se nota en cada palabra de tu escrito el amor por tu trabajo! Maravilloso! no dudo lo feliz q eres! cariños.
Pauli Disautonoma

Natalia dijo...

Sí Pauli, me encanta mi trabajo. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta y que me paguen por eso.
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Uy... no sé qué ha pasado con mi comentario... quería decirte que se nota que amas lo que haces, que seguro que es tremendamente enriquecedor llegar a un niño que necesita ayuda, y que tienen suerte de que seas tú la que llegue, porque se nota que te entregas en todo lo que haces, igual que escribiendo... un abrazo.

Natalia dijo...

Padresdetrillizas: sí, me encanta lo que hago! Y sé que soy afortunada por eso. Siento que tiene sentido, que no es trabajar sólo por la paga, y eso me hace muy bien.
Un abrazo!