Les dejo una foto de un momento en que pude ser su "anclaje". Aún estábamos en la Neo, pero ya podía respirar solo y yo podía tenerlo en mis brazos, como siempre debió ser.
Mientras mis hijos vivieron en la Neo, a veces me parecía que eran más de los médicos que míos. No porque no deseara profundamente vincularme a ellos, sino porque había una cantidad casi infinita de obstáculos para sentirlos cerca. En esos tiempos, lamentablemente, no se usaba practicar el método canguro en la clínica en la que nacieron mis niños. Lamento tanto que recién unos años más tarde los mismos doctores que me miraron como si estuviera loca cuando les hablé de él, estén motivando a madres y padres de niños prematuros a practicar este método. Bueno, pero no hay vuelta atrás: ya me lo perdí.
Igualmente, cada día que pasábamos pegados a las incubadoras y luego a las cunitas de nuestros hijos, íbamos conociéndolos más y más. Nos dábamos cuenta que, a pesar de haber nacido bajo las misma circunstancias y llevar los genes de los mismos padres, eran niños completamente diferentes entre sí.
Recuerdo con tristeza el día que descubrimos que a nuestro Cristóbal le gustaba (o más bien necesitaba) permanecer "anclado".
Una incubadora es un extraño lugar para estar. Mezcla de contrastes: el calor ambiental y lo mullido de la superficie en que se instala al niño conviven con la frialdad del metal de sus bordes y los computadores que miden el nivel de oxígeno, la temperatura interna y quién sabe cuántas variables más. En un solo movimiento, la guagua pasa de su nido calientito a hacer contacto con el metal frío y duro. Y, extrañamente, nuestro Cristóbal buscaba contactarse con el metal a como de lugar.
Las matronas, amorosas, captaron que buscaba el contacto con algo, “anclarse” le digo yo, y hacían rollitos con pedazos de tela para cubrir las superficies de los bordes de metal e impedir que se pegara a él. Pero mi niño, siempre porfiado, se las arreglaba para desplazar de alguna manera los rollos y terminaba siempre pegándose al material frío e inerte de la orilla.
Él nunca supo cuánto hubiese deseado yo poder entrar a su incubadora y poder acostarme a su lado para que pudiese "anclarse" a mí. En esos días sólo podía aferrarse a las caricias que podía hacerle metiendo mis manos por los huecos de su casita. Hubiese querido tanto poder prestarle mi cuerpo para convertirlo en su refugio, en su lugar calientito, en su casita de carne y hueso...
Imposible no sentir tristeza frente a estos recuerdos. Afortunadamente, nada es eterno en esta vida, y Cristóbal hoy acude a mí cada vez que se siente solo, angustiado, procupado o cuando simplemente necesita unos besos y un gran y largo abrazo. Pero muchas veces vuelve, en esos momentos, a mi mente la imagen de mi hijo pegado a un metal, sin saber que afuera estaba yo esperándolo para que nunca, nunca más volviera a sentirse solo.
12 comentarios:
Qué historia tan emotiva. Tiene qué ser muy duro ver a tus hijos y no poder tocarlos. Un abrazo muy fuerte
Natalia, qué durísimo es ésto que cuentas.... me encanta leerte, tienes un don especial para transmitir sentimientos y experiencias, y para nosotros es como estar allí mismo contigo.
Yo tuve a mi niña en la UCI ocho días desde que nació, sin poder cogerla en brazos y creía que me moría. Te entiendo perfectamente, y eso que no me puedo ni comparar a tí en lo que debiste vivir. Para mí también es algo que quedó en mi cabeza para siempre.... una pena.
Besos desde Valencia
Almudena
Tengo un nudo en la garganta, un hospital es frío, aunque es cierto que las enfermeras y algunos doctores dan cierta calidez.
Mi pequeño estuvo 9 días hospitalizado (supongo que alguna vez ya lo comenté), y también yo sentía que no era mío, no porque no lo amara, lo adoro desde que nació, pero las enfermeras lo conocían mejor que yo, lo alimentaban, lo cargaban, le daban sus medicamentos... y yo sólo estaba un rato con él cada día.
En fin, aunque fue una situación muy diferente a la tuya, me hiciste revivir esos sentimientos... te entiendo que por mucho tiempo que pase, queda un sentimiento muy fuerte al respecto.
Abrazos.
Comprendo perfectamente lo que sientes. Uno de mis hijos tambíen estuvo unas semanas en la incubadora y son momentos muy dolorosos para los padres. Yo lo llevé con bastante angustia, esos momentos creo que no se olvidan jamas. Con el tiempo supongo que podré "archivar", de momento intento no pensar, no recordar, y agradecerle a la vida que todo aquello ya pasó. Un saludo!
Natalia un gusto conocerte, acabo de descubrir tu blog. Maravilloso relato,lleno de emotividad. Soy psicologa, terapeuta conductual y trabajo con la diversidad.Voy a leerte más detenidamente. Entiendo tus expresiones ya que mi compañero de trabajo es chileno radicado en Paraguay hace años. Saludos y cariños a los tres. Carmen
Como Carmen, estuve leyendo la historia de esas tres maravillas :)
Tu manera de contarnos lo sucedido, besitos :)
Que dificil debio ser.... lo bueno es que hoy si eres el anclaje de Cristobal...
Un beso
uf natalia, creo que ya sabés como te entiendo.. Yo no terminé de reaccionar con una que la otra precisó estar en Neo por más tiempo.. Para mi lo dificil era irme dejarlas solas en la noche, o tener que esperar mi turno porque en ese momento no se podía entrar. También pensaba que faltaba ese calor materno, todas esas teorías que leía en los libros, sobre el primer abrazo, sobre el sentir del corazón, de reconocer la voz materna.. no iban a estar. Pero creo que lamentablmente uno se "adapta" a las situaciones, como ellos.. no?
Saludos!
Uff.. qué emotivo. Eres una gran mamá. Saludos :)
Hola a todas!!! Gracias por estar aquí.
Algún día escrbiré un post sobre el tema del apego. Muchas personas creen que el apego es sólo un asunto de estar piel con piel, y afortunadamente para muchos niños prematuros u hospitalizados, no es así. Hay mucho más que decir sobre el tema... Es más complejo, es más amplio, es más determinante. Gacias a eso, muchos niños prematuros tienen un vínculo seguro con sus padres :)))
Quedo debiendo ese post.
Abrazos.
Siempre es fuerte recordar esos tristes momentos. me impresiona ademas de los sonidos, que son abrumadores en la neo, la luz.....debe ser terrible para ellos. Recuerdo que gracias a la insistencia de un medico uruguayo que hacia su paso por el hospital Uc, pude tener a Bruno en mis brazos cada cierto rato....pero en general nadie del equipo medico se interesaba en los temas del vinculo madre-hijo. Creo que esa carencia inicial de alguna manera los marca a ellos y a nosotros como padres, pero hoy los tenemos a nuestro lado y eso es lonque importa.
Lloro cada vez que leo estas entradas de prematuros, por eso las voy leyendo poco a poco. Me traen tantos recuerdos tan duros y tiernos a la vez, puf, me pone la piel de gallina. Además como te pilla en estado un poco de sock no reaccionas a muchas cosas. Yo si me tocara otra vez actuaría distinto en muchas cosas, pero bueno, como dices, ya paso y no podemos hacer nada. Un beso.
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