El tema de mi post anterior generó muchísimas visitas. Sin embargo, no tantas personas se animaron a comentar. Tal vez porque es un tema muy íntimo, quizás por lo denso o lo sensible que es, no lo sé.
Lo cierto es que todos quienes comentaron lo hicieron comprometiéndose en ello. De hecho, los comentarios son largos y en ellos la mayoría cuenta sus experiencias personales acerca del tema. A nadie le es indiferente, estoy convencida de ello. Ni siquiera a quienes vieron la entrada y no quisieron leerla. Tampoco a quienes la leyeron y no comentaron.
Personalmente me he quedado pensando en algunas cosas...
Lo primero es que quiero de verdad que mis hijos se familiaricen con el tema de la muerte, así como con otros temas que han sido históricamente tabués en nuestra sociedad. Es por esto que no he querido ocultarles nada acerca de sus propias historias. Si bien he suavizado la realidad pues me parece que no es fácil de digerir, he elegido que sepan acerca de su prematurez y las implicancias que ésta tuvo en su momento en relación con la muerte. No es raro que me pregunten de vez en cuando algún detalle que ha quedado pendiente en sus cabecitas. Tampoco lo es que, cuando los veo derrotados o agobiados por algo, yo les recuerde que son niños fuertes, grandes y resilientes, pues han salido adelante en la vida con una entereza admirable.
Lo otro que me ronda en la cabeza es que, al parecer, quienes pasamos por experiencias duras no fuimos capaces de pedir lo que necesitábamos en su momento. Probablemente ni siquiera nosotros mismos lo sabíamos. Pero hoy que ya lo sabemos, podemos aprender a decir "Sólo necesito que estés a mi lado y me acompañes" si alguna vez volvemos a vernos en una situación límite (que, por supuesto, espero no vuelva a ocurrir jamás).
Por último, de casi todos los comentarios recibidos se puede concluir lo mismo, lo que necesita una persona cuyo hijo está cerca de morir, o cualquiera que esté pasando por un momento tan duro e impactante como ése, es una sola cosa: saber que cuenta con los suyos, tenerlos disponibles, recibir compañía, "oreja" y nada más. Cualquier palabra, cualquier opinión o crítica puede resultar catastrófica. La situación es tan delicada que nada puede ayudar más que la presencia de "los nuestros". No hay mucho qué decir. No hay mucho que se pueda hacer.
No sé a uds., pero a mí esta reflexión conjunta me ha hecho bien. Al menos saco algo en limpio: pediré a tiempo lo que necesito y no esperaré que los demás actúen como yo lo haría o como a mí me gustaría que lo hicieran. Somos humanos, muchas veces no sabemos y no podemos adivinar las necesidades de otros. Menos aún en situaciones que no hemos experimentado y que ni siquiera somos capaces de imaginar.
2 comentarios:
PUes eso mismo Natalia... cuando estamos mal solo necesitamos saber que contamos con el apoyo y el afecto de los nuestros... y que los demás sienten cierta empatía aunque no nos lo sepan demostrar...
Es muy femenino esa costumbre y trato de no caer en ese pequeño error: asumir que los demás saben qué es lo que necesito o quiero. Hay que verbalizarlo, hay que pedir... Siempre es un guto leerte.
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