Para quienes me conocen bien, sé que sonará repetititvo, pero para los que recientemente han comenzado a leer mi blog, debo contarles que durante mi embarazo y el primer año de vida de mis hijos nos acercamos muchísimo a la temida muerte. Bueno, a decir verdad, fue ella la que se nos acercaba: nos estuvo rondado continuamente por una u otra razón durante mucho tiempo. Irrumpió en más de una ocasión como una amenaza real y concreta, no sólo como una fantasía. Y no era la muerte así no más, no era la muerte de cualquiera la que nos acechaba, era la peor de todas: la muerte de un hijo.
Los médicos dieron por pre-muerto, por decirlo de alguna forma, a mi hijo Pedro desde la 13 semanas de gestación hasta el dia en que nació. Sus palabras era tan convincentes que su futura partida se hizo un hecho concreto, no sólo un dolor ambigüo. La prueba más patente de ello es que mientras nacían mis hijos, uno de "los nuestros" estaba averiguando acerca de todo el papeleo que había que hacer para enterrar a ese niño que moriría recién nacido, para enterrar a mi Pedro.
Más adelante, pasado el susto y algunos meses, la salud Cristóbal nos trajo de nuevo a esta visitante indeseada. Con una enterocolitilis necrotizante post operatoria severa, la vida de mi otro hijo se vio amenazada, y otra vez a pensar en ella en la muerte, a temerle, a verla en todas partes. a rogar para que se fuera.
Tan sólo unos pocos meses después de superado este evento, volvió a rondarnos en una crisis asmática de Antonia, una que se agravó en minutos, una que hizo correr a doctores y enfermeras mientras me sacaban casi a empujones de la UTI llorando y completamente descontrolada.
Sí, definitivamente, fueron tiempos de mucho dolor y miedo. La odiosa muerte nos pisaba las sombras y aparecía una y otra vez cuando ya habíamos creído haberla espantado para amenazarnos, para hacernos recordar la fragilidad de nuestra aparente estabilidad, para hacernos fantasear: "¿Y si finalmente nos gana?", ""Y si se lleva a uno de mis hijos para siempre?"". "¿Cómo podría vivir con ese dolor", "Hemos sido capaces de tanto, pero ¿seríamos capaces de sobreponernos a la partida de uno de nosotros?.
Dolor, mucho dolor, y principalmente un terror intenso que calaba nuestros huesos.
Pero de lo que quiero hablar hoy es de "los otros", de lo que decían y callaban, de cómo se acercaban o se alejaban, del temor a enfrentar los temas "enfermedad y muerte" cara a cara, de los desafortunados comentarios que brotaban de sus torpes pero bien intencionadas bocas, de cómo una madre cuyo hijo está cerca de morir puede sufrir los coletazos de una sociedad que no sabe enfrentar el tema ni siquiera a través de lo que se dice.
No culpo a nadie. Insisto en que "los otros" (muchos de ellos son seres a los que quiero muchísimo) no supieron qué hacer, qué decir, cómo mirarnos a los ojos. Simplemente porque no fuimos educados en estos temas, porque la muerte es un tabú, porque da "nervios" hablar de ella, porque a veces la mejor alternativa parece ser dar vuelta la cara para no ver el sufrimiento del otro.
Durante los meses que describo recibí más de un comentario desafortunado (el ganador: "No te preocupes, si se muere uno de tus hijos, todavía te quedan los otros dos".), más de un silencio inesperado (de amigos verdaderamente amigos que no supieron qué decir), y lo peor de todo, más de una crítica por ser "tan exagerada", por sentir dolor y expresaralo, por hablar directamente de lo que muchos temen nombrar u oír, por llamar a la muerte por su nombre y llorar...
Dejo aquí la reflexión. Cada uno que saque sus propias conclusiones. Sólo puedo decir, desde mi experiencia, que se siente gran alivio y compañía cuando alguien se atreve a escucharte y hablar directamente . Y porqué no decirlo, se vive una desolación y sentimiento de abandono profundo cuando estás frente a quien no quiere, o simplemente no es capaz de hablar y escuchar de lo que realmente te preocupa: la posible muerte de un hijo.
Lo mismo he llegado a experimentar en mi consulta en conversaciones con padres de niños que han estado o que viven cerca de la muerte. El alivio y agradecimiento reflejado en sus gestos y palabras por el solo hecho de poder hablar de sus temores son tremendos.
Estamos muy solos cuando más necesitamos compañia. Y esto sólo a causa de la ignorancia y la incapacidad de nuestra sociedad de educar a sus miembros en el reconocimiento de la muerte como parte de la vida.
¿Cómo lo han vivido ustedes? ¿Desde afuera siendo uno de "los otros"? ¿Desde adentro, formando parte de quienes nos hemos visto amenazados? ¿Cómo hacer para que quienes nos necesitan en los momentos más duros de sus vidas sientan que tienen con quién contar? ¿Qué hacer o qué decirles a nuestros hijos para cambiar este aspecto de nuestra sociedad temerosa de llamar a la muerte por su nombre?
13 comentarios:
Afortunadamente no me he visto en la situación, ni personalmente, ni con nadie cercano. Pero según te iba leyendo pensaba, "habrá sido alguien capaz de decirselo?" Y veo que sí, que te dijeron que te quedaban otros dos.
De comentarios desafortunados sé un rato también. La gente no sabe afrontar los problemas ajenos o siente que siempre tienen que aconsejar, decir algo, sea lo que sea.
No entienden que solo queremos que nos escuchen.
Por suerte, para ti todo ha quedado en un mal recuerdo.
Besos.
Hola Natalia. Qué difícil la entrada de hoy, ¿no? Verás, yo vengo de una familia muy grande y muy religiosa que ha sufrido pérdidas de hijos, de hermanos, maridos, etc. y se han apoyado en su fe para superarlas. Debo decir que, en mi casa, nos han enseñado a tratar de ser felices siempre, a valorar lo maravilloso que tenemos y a aprender a vivir con las heridas. Gente dura, la mía, pero muy humana y entregada. En mi casa nunca se dejó de hablar de un ser querido porque se fuera, si hay que llorar se llora (unas veces se entiende mejor que otras) y se echa de menos a los que se fueron con la triste convicción de que la muerte forma parte de la vida, unas veces viene por un lado y otras por otro.
Hace año y medio yo perdí a una amiga íntima, la atropelló un coche y nos dejó a todos completamente descolocados. Lo peor es que esta amiga mía era melliza de otra gran amiga que, desde entonces, no levanta cabeza y solo guarda rabia en su interior, incluso después de haber tenido una preciosa bebita.
Cuando me enfado con ella porque nos trata mal, porque hace daño, a ella y a los que le rodean, a pesar de que hace año y medio que todos vivimos por y para ella, me paro a pensar, ¿cómo me sentiría yo si le pasara algo a uno de mis tres hermanos? No lo sé, el dolor por la pérdida de una amiga es horrible, pero estoy segura de que no es comparable al dolor por la pérdida de un hermano o de un hijo (ya te imaginarás que su madre tampoco levanta cabeza). Nunca he dejado de hablar del tema con ella, entiendo que, para hacer lo que hace, se debe sentir realmente mal y me desespera no saber cómo ayudarla. Entiendo cómo se siente, pero no entiendo que no luche por salir adelante, que se dedique a compadecerse y que no se agarre a las cosas buenas que tiene para sentirse un poco mejor. Y no entenderlo hace que me sienta mala persona porque, doy por hecho que nadie quiere estar en un pozo oscuro.
La muerte es un tema difícil porque creo que nunca se puede decir nada que haga que la persona que sufre se sienta mejor. Nada de lo que me dijeron a mí cuando Almu murió hizo que me doliera menos, ¿qué voy a poder decirle yo a su hermana o sus padres? Recuerdo que, cuando mi madre llegó al tanatorio y abrazó a Rosi (la mamá de mis amigas) lloró, ella podía entender mucho mejor que yo lo que sentían ambas, porque es madre y porque perdió a dos de sus hermanos, pero aún así, solo pudo abrazarlas para apoyarlas.
Tienes razón, no nos han enseñado a tratar estos temas, en general, no nos han enseñado a tratar los grandes dolores del alma y eso no debería ser así.
Siento que tú tuvieras que oír cosas como la que nos cuentas, asumir que algo puede ocurrir no significa no darle su lugar.
Un abrazo y gracias por enseñarme cosas todos los días.
uf este tema es tan fuerte, sé que mi experiencia puede ser microscópica al lado de muchas otras familias, pero creo que sentir esa horrible sensación de poder perder un hijo o dos en mi caso me ha dejado unas cicatrices inmensas que aún no se han terminado de secar, aunque ya ha pasado bastante tiempo. Pienso que a mi marido le pasa lo mismo porque cuando sale el tema y yo quiero conversarle sobre cómo me sentí, el miedo y angustia que aún me genera recordar cada uno de esos episodios no podemos, para él son temas intocables. De los “nuestros” mi madre siempre ha ocupado un papel fundamental en cada una de estas situaciones y creo que ha sido la única persona que ha sabido respetar mi pena, mi llanto, mis miedos, no sé qué hubiéramos hecho en esas situaciones sin ella. De los “otros”, muchos me dijeron exagerada y sé que muchos que no lo dijeron lo pensaron, cuando sucedió el “accidente” hubo gente (cercana) que se rió y bromeo lo que me provocó rabia de que se rieran de una situación que casi les costó la vida a mis hijas y de la que nosotros fuimos responsable, nunca más volví a tocar el tema y cuando Leticia volvió a caer hospitalizada no quise que nadie excepto mi madre y algunos familiares muy cercanos nos fueran a ver.
Sin embargo también muchas personas en cada una de estas situaciones que vivimos hicieron cadenas de oración, nos dejaron muchísimos mensajes de ánimo, de fuerza y mis amigos cercanos se dieron la lata de escucharme en silencio llorar por mucho rato sin decirme nada…
Un beso enooooooooooooooooooooorme!!!
Primero decirte que yo también he tenido que escuchar esa frase, exactamente igual, esa si deben de enseñarla en algun sitio. Creo que hablé de ello en alguna de mis entradas, es que la gente es pura sensibilidad...aunque creo que es más bien un pensamiento en voz alta, como o de decirte jo unas tanto y otras tan poco, podrías darme uno, o cosas así...
Por otro lado yo como Matilda creo que la religión te ayuda en estos casos. El pensar que hay algo después de la muerte, que todo está en manos de Dios y pasa porque Él quiere, que esta vida es pasajera y temporal y nos queda la vida eterna al otro lado...son pensamientos unidos a la fé, que aunque no quitan el dolor de la pérdica consuelan un poco y lo hacen más llevadero.
A mi me ha tocado ser un "otro" en dos oportunidades con los mismo padres, personas jóvenes y trabajadoras que han perdido dos hijos, en embarazos distintos, los bebés vivieron solo horas. Es muy difícil poder decir algo que no sea una torpeza, permanecí cerca no sabía que otra cosa podía hacer.
Asombrosamente para mí esos padres adquirieron una sabiduría y una enteresa inmensa.
Saludos.
Terrible tema para el que no estamos preparados, ni el que lo está sufriendo ni el que pretende dar consuelo.
En esas situaciones de pédida de un ser querido y ya no hablemos si es un hijo...mi postura suele ser un abrazo y el silencio...nada absolutamente de lo que digas va a mejorar la situación, lo más probable es q la empeore.
Yo soy mamá de cinco hijos, el pequeño murió hace un año a los pocos minutos de nacer. Estoy absolutamente de acuerdo contigo ¡¡¡¡fueron muy pocos, poquísimos los que nos acompañaron!!! ¿El resto? me imagino que no sabían que hacer y prefirieron hacer "como si no hubiese sucedido" Y de comentarios tipo: ¡¡Bueno ya tienes cuatro hijos!! me harté de escucharlos....
He conocido a muchas mamás y papás que han perdido hijos y así es...en todos los casos.
Por eso yo decidí hacer mi duelo a mi manera y me busqué la vida, la ayuda virtual ha sido una maravilla, el conocer otras personas que han pasado por lo mismo, el escribir sobre ello, el leer mucho sobre la muerte etc....
A mi también me ha sostenido la fe, pero llorar es necesario, sentir dolor, rabia, hablar sobre ello etc...y esta sociedad no te permite tales obscenidades. La muerte no existe, es el gran tabú.
Aquí está la historia de mi bebé, por si os apetece leerla...
http://paideiaenfamilia.blogspot.com/2010/11/cuando-un-hijo-se-va.html
Siento mucho que hayas pasado tanto sufrimiento con tus peques, pues esa incertidumbre es lo peor que le puede pasar a una persona. Gracias a Dios tienes a tus peques contigo. Un fuerte abrazo.
PD. me ha gustado mucho el post y con tu permiso lo enlazo en el blog que creé en memoria de mi hijo pues muchas y muchos se van a sentir identificadas con tus palabras.
Natalia yo no me he encontrado en un caso como el tuyo porque mis niños qunque nacieron en la semana 35 estaban perfectos y afortunadamente son sanotes... y probablemente si fuera uno de los otros no hubiera sabido que decirte... probablemente me habría sentado contigo y hubiera dejado que te deshagoras, te hubiera escuchado y habría intentado no hablar por no meter la pata... un abrazo y un "estoy para lo que necesites"... tu situación ha sido muy dura... la primera vez que ley tu blog me quedé sin saber muy bien que decir y si yo hubiera podido con todo eso... ahora lo has superado y no solo eso sino que tus hijos son preciosos y van superándose día a día...
Comentarios absurdos pues ya sabes que uno tiene que acarrear con ellos.
Hay algo que me molesta especialmente y es cuando la gente quita importancia a la muerte de un bebé no nacido o de un nene pequeño, como si fuera a dolernos menos porque apenas lo conocíamos...
Tu como psicóloga sabes muy bien que a la mayoría de las personas ante situaciones dolorosas no estamos preparados para saber que decir.... ni para saber como ayudar. Me ha gustado tu entrada... y si me descuido hago yo otra jajaja
Ups, "no se qe decir", suele ser mi frase, seguida de "si quieres hablar, aquí estoy", depende del lugar y si la circunstancia es propicia, "vamos por un cafe, necesitas relajarte y si quieres hablar de ello, cuéntame", la verdad, yo nunca se que decir, las palabras no son lo mio, pero la mayoría de las veces, creo, que basta con estar ahí y escuchar. Me toco ser "los otros", en el caso de la muerte del hermano menor de un amigo, fue una enfermedad larga, creo que ha sido la única vez que he visto llorar a mi amigo, de verdad, no sabía que decir, pero estaba ahí, para escuchar, fue un periodo largo, un par de meses, me contaba de su hermano, como era antes de la enfermedad, lo brillante que era, y como se iba deteriorando, nunca pregunte que tenía, no se si estuvo bien, pero presumí que dado que conversábamos tanto de él, era un tema delicado, hasta el día de hoy no se de que murió. Una vez que falleció, recuerdo qe me encargue de que mi amigo tenga qe comer (como buena chilota, la comida es un tema importante), se qe en esos momentos uno en lo que menos piensa es en comer, si bien no fui a funeral, fui varias veces al velorio a buscar a mi amigo para asegurarme que halla comido y si no lo había hecho llevarlo a comer o llevarle algo de comer.
Pero, ¿que decir en un caso así?, ni idea.
Un abrazo.
No sólo con la muerte, con la discpacidad también. No nos educan ni para hablar de estos temas ni para intentar comprenderlos. Creo que el ejemplo es la mejor herramienta para educar a neustros hijos desde otra perspectiva: una que nombre cada cosa por lo que es.
Sí, con Martín nos hemos visto cara a cara con la muerte y también he sufrido comentarios fuera de lugar como "Están jóvenes y pueden tener hijos sanos".
Pero para eso le apostamos a espacios como éste, en los cuales hablamos de temas espinosos, confesamos que lloramos y sentimos dolor, cuestionamos modos de actuar socialmente aprobados, etc. Es una apuesta y un riesgo que valen la pena, así que de nuevo GRACIAS Natalia por escribir este tipo de Post. Besos.
Quiero contar un montón de cosas pero no sé por dónde empezar. Es la primera vez que te leo y me has hecho movilizar mi mente: me gusta!
Primero, he sido de "los otros" y lo he hecho fatal, horrible. Aqui te habla una psicopedagoga que forma parte del grupo de los que "se quedan sin palabras".
Segundo, mi experiencia es diferente a la tuya, no tiene nada que ver, pero también viví una etapa de mi vida con la sombra de la muerte acechando. Mi segundo embarazo cursó con citomegalovirus. El virus en sí es una tontería, pero el feto puede verse muy afectado. Yo que sabía lo que era un embarazo feliz, con las preocupaciones normales, con ilusión, disfrutando cada momento, etc. pues me sentía hundida. Quería con locura a mi hijo, al que llevaba dentro, pero no era capaz de disfrutar de él. Siempre el miedo a lo que pudiera pasar, en todo momento y sin despegarse ni un segundo.
Mi hijo nació sano, finalmente; también fue una pesadilla que terminó con final feliz, como la tuya. A pesar de que, por si fuera poco, casi se me rompe el útero durante el parto. Un interminable parto de 24 horas post- cesárea, con un bebé de 4,400 kilitos ("pero ésa es otra historia que será contada en otra ocasión...").
¿Y cómo actuaron "los otros" en mi caso? Pues principalmente evitando el tema, haciendo como si todo fuera normal y diciéndome mil veces: "no te preocupes, todo va a salir bien". Ejem, pensaba yo, ¿cómo estáis tan seguros? De hecho, había muchas posibilidades de que no saliera "bien". Así que, como tú muy bien dices: ¿por qué evitar el tema? Al que está viviendo una situación tan dura lo que más le ayuda es contarlo, ser escuchado y acompañado, sentir que los demás están con él.
Saludos!
parece que nuestros pensamientos estos días se han cruzado un poco... no me repito, lo he escrito en el post de hoy después de malas noticias... no había tenido tiempo de leerte estos días... En mi embarazo pasé más miedo que en toda mi vida, no sabía si sería capaz de recibir una mala noticia... Me has hehco llorar un poquito más hoy...
Hola Natalia: No habia leido tus post de esta semana hasta hoy. De verdad que el tema de la muerte es poco hablado entre padres e hijos. Recuerdo que nadie me explico la muerte de mi abuelo cuando tenia 6 años, sabia que estaba enfermo y yo lloraba sentada en la escalera queriendo entrar a su habitacion a verlo. He acompañado a amigos en la muerte de sus padres o hermanos. Uno solo atina a dar el pesame, decir que estamos con ellos para lo que nos necesiten y a darles un abrazo a manera de expresarles con un gesto lo que no podemos expresar con palabras. El año pasado murio mi suegro, mi hijo solo tenia 3 años y no supe como explicarle lo ocurrido. Quizas tu puedas darnos sugerencias de como empezar a hablar de este tema con nstros niños...y prepararlos para afrontar el tema de la muerte en su adultez...saludos
Maria
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