Ayer me acosté agotada. Fue un día intenso por un par de motivos ajenos al blog y por la publicación de mi post acerca del Aborto Terapéutico.
Recibí llamados de apoyo, invitaciones a ser entrevistada en medios de comunicación, emails, comentarios varios en twitter, otros muchos en el post y algunas críticas.
Lo fuerte de todo fue la especie de revolución que se generó a partir de un post que tenía una sola y humilde pretensión: mostrar una realidad que existe y que debe ser tomada en cuenta a la hora de decidir abortar a un "feto no viable". Creo que mi testimonio puede ser valioso porque muestra una arista más de un dilema complejísimo y sensible, principalmente en Chile, donde la discusión se ha encendido con muchísima fuerza.
En fin. Me gustó que se discutiera, que se debatiera, me gustó que se me apoyara y también que, con respeto, muchas personas declararan no estar de acuerdo con mi posición. Me gustó abrir temas, generar movimiento y empujar hacia la reflexión.
Lo que no me gustó fue que se me calificara de poco empática.
Un post en que se relata una vivencia íntima y muy personal, en que se declara una posición derivada de la huella emocional que esa vivencia dejó y en el que se habla de absoluto respeto por todas las posiciones no puede no ser empático. Esta vez estoy segura de no haberme equivocado.
¿Que no fui empática porque a otra persona le ocurrió otra cosa y tuvo que abortar para salvar su propia vida? ¿Que no fui empática con quienes tienen posiciones diferentes a la mía? ¿Y dónde queda, entonces, la validación de lo que yo pienso, siento y viví? ¿Dónde está el genuino respeto por la diversidad?
No me cansaré de repetir una y mil veces que éste es un tema demasiado complejo como para hacerlo lineal, para emitir juicios tajantes, para juzgarnos unos a otros. Es un tema que siempre implica dolor, que nos traslada al límite entre lo que consideramos bueno o malo, adecuado o inadecuado.
Por quienes abortaron, abortarían o están, en teoría, de acuerdo con el aborto siento mucho respeto. Por quienes jamás lo harían, también (soy una de esas personas que no lo haría, y no tengo motivos para ocultarlo). Sólo que no me gusta la estrechez de mente y de corazón. Existen tantas realidades como personas en el mundo.
Debo decir que si es necesario, iré a dar entrevistas a los medios de comunicación que me busquen. Pero no porque crea ser dueña de LA VERDAD, sino porque creo que la verdad nuestra, la de mi hijo y mi familia es una que debe ser tomada en cuenta, tanto como las de otros niños/fetos/embriones y sus familias.
Quiero que mis hijos crezcan en un país libre y que vivan de acuerdo a sus convicciones. Quiero que sepan que existimos muchos tipos de personas y que la diversidad es parte de nuestra riqueza. Quiero que aprendan de empatía y que puedan abrir sus ojos grandes para mirar el mundo con amor. Quiero que tomen decisiones sin que impere la culpa o el qué dirán. Quiero mostrarles que cada historia personal merece cabida en el libro de la vida. Y la mía, la nuestra también. Aunque a algunos no les guste mi posición. Aunque haya quienes creen ser dueños de verdades absolutas que, por cierto, no existen.